En el tercer piso de una edificación en el barrio Porvenir, Andrés Barrera reconstruyó pieza a pieza un tranvía de ocho pasajeros, valiéndose de los insumos de un coche que circuló en 1906, salvo el motor y los vidrios, que decidió no colocar por cuestiones de seguridad. El vehículo es el llamador de un homenaje al transporte –la chapa reza Archivo Uruguayo Tranviario– que está pronto para inaugurarse hoy, 24 de abril, Día del Empleado Municipal. La dirección exacta de su museo privado se mantiene en secreto hasta que los interesados se pongan en contacto. El archivo se abrirá una vez a la semana y con previa reserva, abonando una entrada accesible. Para coordinar visitas, el correo de contacto es [email protected].

Barrera explica que el prototipo que logró hacer es a la vez “ilustrativo y operativo; el visitante viene, sube y se prende como antaño”. Mientras se entusiasma haciendo sonar campanas y bocinas, cuenta que tiene toda la información vinculada al tema del transporte eléctrico y a tracción a sangre digitalizada, así como en formato papel, que suma unas 8.000 imágenes, aparte de objetos, documentación institucional y la que –asegura– es la colección más grande de boletos del rubro. Entre las piezas históricas de los coches que circularon por Montevideo, Barrera atesora datos y registros “del primer tranvía a caballo, de 1868, y del último, de 1957..., también la indumentaria del motorman, la credencial para manejar, el uniforme, el reglamento del tranvía original y el de control”.

Si bien reunió una colección respetable, se desmarca enfáticamente de los coleccionistas, ya que él sí muestra lo que juntó. ¿Cuándo arranca su interés? “Empezó como empiezan todas las historias”, dice este memorialista independiente, “por las ausencias, por los vacíos históricos y patrimoniales de un país que no valora realmente todo lo de antaño”. Barrera tiene 51 años, pero remonta su fascinación con los vehículos a su infancia: “La vinculación es de chico, porque siempre iba a la estación Goes, cuando estaba abandonada, y ahí estaban todos amontonados los tranvías, uno arriba del otro, con los colores rojo y amarillo. Estamos hablando de la década del 80, cuando tenía siete años y le preguntaba a mi madre qué era eso. Ella decía ‘yo viajé en eso y una vez vos viajaste’. Fue en el año 1974 que el interventor e intendente cívico-militar de facto Óscar Rachetti mandó que no circulara más el tranvía, y luego mandó destruir los ocho tranvías que quedaban en el Museo Fernando García”.

La reconstrucción, que ahora se puede apreciar en un entorno atípico como es un apartamento, está armada con piezas de los primeros 70 coches que vinieron al país. “Yo agarro los manuales y fabrico las cosas”, resume Barrera esta iniciativa que lleva adelante solo. “Este prototipo de tranvía no me salió 100 pesos. Le puse ocho meses de trabajo, cuatro horas diarias. Le fui comprando a coleccionistas, más alguna cosa que conseguí en la feria, nunca nada de origen sospechoso o que no tenga la trazabilidad que debe tener cada objeto. Estamos siempre dentro de lo que es el contexto legal”, recalca. “Me recorrí los 19 departamentos, de cabo a rabo. Van a estar todos los accesorios que iban en la calle. A su vez, hay una línea aérea que cruza de pared a pared, donde están las cuchillas eléctricas por donde iba la línea de cobre que tocaba el troll. No tiene corriente, es como si fuera, vamos a suponer, una pista de autitos. Si yo a este tranvía lo pusiera sobre rieles, sobre una trocha chica, alcanzaría una velocidad de 50 kilómetros por hora. Tenía una capacidad de ocho personas sentadas, el guarda atrás y el motor más adelante”, relata. Barrera fabrica todo él mismo, desde la herrería a la carpintería, y para la instalación eléctrica llama a un técnico que dé el visto bueno.

Para darle un entorno adecuado, colocará banderas de los diferentes países de donde llegaban las máquinas, en cajas, para ser armadas en la Aguada: “Vinieron de Estados Unidos, de Alemania y de Bélgica; de Inglaterra vinieron los coches ingleses hasta 1924. Después terminó la guerra y bueno, vino la supresión y todo ese tipo de política, que es muy profunda, porque la orden era consumir combustible, comprar ómnibus...”.

Entre el cúmulo de datos y objetos que atesora, Barrera cuela una noción que no deja de causarle gracia: “Si no fuera por los rieles de los tranvías, las redes de saneamiento arqueadas ya se hubiesen venido abajo. Los rieles están puestos con durmientes de hormigón y de madera, en algunos casos sobre el saneamiento”. Entonces, a medida que van sacando los rieles, esa estructura se va desmoronando, observa.


Recorrido fotográfico patrimonial

El Centro de Fotografía de Montevideo (CdF) instaló en 42 quioscos imágenes que invitan a descubrir la arquitectura de la ciudad. Parte de la conmemoración de los 300 años de Montevideo, el objetivo del proyecto “¿Qué ves cuando me ves?” es generar una visión contemporánea y permitir que los transeúntes conozcan ciertos ángulos o rincones que quedan invisibilizados.

El soporte elegido para esta acción son 42 quioscos que se distribuyen a lo largo de 18 de Julio y sobre Bulevar España. El director del CdF, Daniel Sosa, indicó que la ciudad “está llena de detalles hermosos en todos los barrios y muchas veces no los visualizamos. Este juego tiene como sentido un acercamiento a eso: poder levantar la mirada y ver qué tenemos”.

Las fotografías fueron tomadas por profesionales del CdF, y el criterio que siguieron fue elegir elementos que se encuentren en la vereda próxima o en la siguiente al emplazamiento del quiosco en cuestión. Además, un código QR permite acceder a la historia de las edificaciones.

Para conocer su ubicación y la historia que cuentan, conviene seguir el siguiente enlace: https://ladiaria.com.uy/Uqm.