En un estacionamiento al sur de Lusaka, capital de Zambia, decenas de jóvenes deambulan con los brazos colgando. Con edades entre los 16 y los 30 años, proceden de Etiopía, Somalia, Sudán o incluso la República Democrática del Congo (RDC). Con un bolso a las espaldas y el pasaporte en el bolsillo, escudriñan las idas y venidas de los ómnibus que salen con regularidad hacia las ciudades sudafricanas. Uno de esos jóvenes, que tiene una cicatriz en el rostro de varios centímetros de profundidad y el ojo derecho lastimado, accede a hablar con nosotros. “Me atacaron en Mogadiscio. Me fui de Somalia por la violencia”. Con alrededor de 20 años, siempre vio a su país desgarrado por el conflicto, ya que el Estado colapsó en enero de 1991 con el derrocamiento de Mohamed Siad Barre antes de caer preso de los señores de la guerra1.

Cada día, decenas de jóvenes se deslizan en la baulera de un camión, y algunos pagan a los traficantes. “Se supone que estos camiones entregan alimentos en Johannesburgo. Algunos de los vehículos son en realidad una pantalla. Los traficantes crean espacios ocultos por debajo, donde estos refugiados pueden acostarse por decenas para pasar los controles. El problema: la falta de aire. A su llegada, sólo sobrevivieron los más fuertes”, nos revela, amparado bajo el anonimato, una fuente que encontramos en el estacionamiento. Uno de los jóvenes, aparentemente menor de edad, tiembla de miedo. “No hay otro medio para llegar a Sudáfrica, voy a ir así”, lanza determinado, señalando un semirremolque de los años 1970.

Cada día es un infierno

En África austral, los flujos migratorios son particularmente importantes y complejos, y algunos territorios más prósperos despiertan a veces esperanzas desmedidas. Sudáfrica, la segunda mayor economía del África subsahariana (419.000 millones de dólares de producto interno bruto [PBI], en 2021, es decir 389.000 millones de euros), representa más de dos tercios del valor agregado regional. Desde los Estados vecinos hasta el Cuerno de África, tanto Ciudad del Cabo como Durban o incluso Johannesburgo son vistos como El Dorado por los múltiples candidatos al éxodo. La “nación arco iris” es uno de los dos grandes polos de migración intraafricana, después de la ruta que lleva hacia el norte de África para luego pasar a Europa.

Como cuarta economía de la región (22.000 millones de dólares en 2021), Zambia se ve triplemente concernida por los desplazamientos de la población dado que es país de partida, de tránsito y de destino. A finales de julio de 2023, recibió 89.109 refugiados, solicitantes de asilo y otras personas desplazadas2. La mayoría de ellas son originarios de la RDC, Burundi, Ruanda y Angola. A lo largo de la ruta hacia Sudáfrica, no todos convergen en Lusaka por las mismas razones. Algunos huyen del autoritarismo y la inseguridad política de los países vecinos, como Uganda, gobernado desde hace 40 años por Yoweri Museveni, o Mozambique, asolado por los ataques de grupos islamistas. Zambia es entonces el destino final previsto. Para otros, es sólo una escala. En cuanto recuperen fuerzas o reúnan suficiente dinero, cruzarán la frontera de Zimbabue con dirección a Sudáfrica.

Ali, que regenta un pequeño café-restaurante en una gran avenida de la capital, llegó de Somalia hace 12 años. “Cada día era un infierno”, recuerda, entre plato y plato servido a los clientes sentados en su modesto puesto. “Me fui con mis hijos porque los de Chabab [grupo islamista somalí creado en 2006 durante la invasión etíope] mataban gente en las calles, al lado mismo de nuestra casa”. Este padre de familia encontró en Zambia una tierra más hospitalaria que ya no piensa abandonar: “Ahora que tengo un trabajo y un permiso de residencia en regla, ¿por qué me voy a ir a Sudáfrica? En Lusaka estoy en mi casa”. El caso de Ali sigue siendo una excepción en el sur de África, una región donde las esperanzas de un futuro mejor se dirigen a menudo hacia Sudáfrica. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), 190 personas por día habrían cruzado de Zambia a Zimbabue en mayo de 20233. El corredor migratorio entre Zimbabue y Sudáfrica es el más transitado de la región, con una media diaria de 613 cruces para ese mismo período.

Foto del artículo 'Lusaka, plataforma de las migraciones'

“Sudáfrica es un polo migratorio nodal si uno está en cualquier país de África al sur del Ecuador y además anglófono”, subraya Catherine Wihtol de Wenden, directora de investigación en el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS)4. Pero en un contexto de multiplicación de las agresiones racistas en el norte de África, a veces legitimadas desde la cima del Estado5, esta segunda ruta va ganando otros adeptos. “En los discursos de quienes apuntan a Sudáfrica, se habla de un lugar en donde serían mejor aceptados”, explica. “Se habla de la 'nación arco iris’, del país de Nelson Mandela. Este simbolismo es fuerte en el continente”.

El 11 de diciembre de 2022 la policía descubrió 26 etíopes muertos de hambre y agotamiento en las afueras de Lusaka. Los cuerpos de las víctimas, jóvenes de entre 20 y 38 años, habían sido abandonados al borde de una ruta por traficantes de personas. En medio de los cadáveres, había un único sobreviviente, que aún respiraba y que pudo ser trasladado al hospital. El 9 de mayo de 2023, la policía detuvo a dos traficantes zambianos que intentaban hacer que 12 etíopes franquearan la frontera. En 2017, más de 150 migrantes procedentes de Adís Abeba fueron expulsados de Zambia tras pasar entre uno y cinco años tras las rejas antes de ser beneficiados con un indulto presidencial. Para frenar el tráfico de personas, Lusaka aprobó una ley contra la “trata de seres humanos” en 2008, apoyada por la OIM. Como efecto perverso de este compromiso, hasta hace muy poco tiempo un migrante indocumentado podía ser procesado por “haber consentido en ser objeto de trata de seres humanos”, un crimen que los exponía a fuertes penas de prisión. En noviembre de 2022, bajo la presión del Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y asociaciones locales, el Parlamento de Zambia enmendó la ley de 2008. El nuevo texto establece que las personas objeto de tráfico sean consideradas víctimas. Esta legislación y la actitud de las autoridades de Zambia siguen siendo preocupantes. El 3 de marzo de 2023, expertos del Comité de las Naciones Unidas describían “restricciones a la libertad de circulación y de trabajo de los refugiados” y denunciaron condiciones de detención “contrarias a las normas internacionales relativas a derechos humanos”6.

Los flujos migratorios del continente dependen, en esencia, de las situaciones políticas y económicas relativas a cada país. La guerra civil en Tigray, región autónoma situada en Etiopía en la frontera con Eritrea y Sudán, obligó a cientos de miles de personas a huir de los combates y el hambre7. En la provincia de Kivu Norte, en la RDC, hay conflictos armados sin interrupción desde 2004. Según la asociación Human Rights Watch, el movimiento rebelde M23, sostenido por el Estado ruandés, es “responsable de crímenes de guerra cometidos a gran escala, como ejecuciones sumarias, violaciones y reclutamientos forzosos”8. El conflicto sudanés, en curso desde el 15 de abril de 2023, enfrenta al ejército en el poder con fuerzas paramilitares. Todas estas situaciones provocan desplazamientos de la población. Al ser una de las zonas más estables del continente, el área sur de África oficia de refugio. Según un informe reciente, de las 89.109 personas censadas en Zambia, el 64 por ciento proceden de la RDC, el 15 por ciento de Angola, el 11 por ciento de Burundi, el seis por ciento de Ruanda y el cuatro por ciento de Somalia. De ellas, el 89 por ciento viven en los campos de refugiados de Meheba, Mayukwayukwa y Manta-Pala9. “En Zambia, los campos no están superpoblados”, subraya Preeta Law, representante de ACNUR en Zambia. “Pero los refugiados enfrentan dificultades, sobre todo para acceder al agua, la energía y la atención médica. Son las mismas dificultades que encuentra la población local. Con la ayuda del gobierno y de nuestros socios, intentamos suministrar electricidad a escuelas y clínicas”. Nueve de cada diez refugiados subsaharianos se quedan en el continente, en general en un país fronterizo10. “Más de un millón de personas abandonaron Sudán desde que comenzó el conflicto en abril, la gente no tiene más remedio que huir ante la guerra”, nos señala Thierry Vircoulon, coordinador del Observatorio de África Central y Austral del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI).

Rechazos en las fronteras

La migración irregular a Sudáfrica provocó 478 muertes de migrantes entre 2014 y 2023. La analista de datos Merna Abdelazim señala que esta migración se divide en tres corredores principales. “El primer corredor va desde Somalia y Etiopía hacia Sudáfrica; el segundo, desde la RDC, Uganda o Burundi hacia Tanzania y Sudáfrica; por último, el tercer corredor ya parte desde África del sur, con malawianos y zimbabuenses a la cabeza, y se dirige a Sudáfrica”, nos explica en la ciudad portuaria de Tanga, en Tanzania. Estos viajes pueden durar meses, y hasta varios años en algunos casos, con los riesgos asociados a la trata de seres humanos, las agresiones sexuales y la falta de alimentos y agua. “Nuestras cifras están subestimadas; algunos traficantes se deshacen de los cuerpos. Sabemos que algunos migrantes intentan cruzar colándose dentro de camiones cisterna. Muchos se asfixian ahí dentro y, cuando mueren, los traficantes queman sus cadáveres”, dice Abdelazim.

La realidad migratoria dista mucho de las esperanzas que alimentan los más optimistas. En África del Sur, los refugiados se exponen no sólo al racismo, sino también al rechazo de las poblaciones locales. En Zambia los casos de violencia xenófoba siguen siendo raros. Sin embargo, hace unos años, hubo manifestaciones que terminaron en tragedia. En junio de 2016 estallaron motines en Lusaka. Tras el descubrimiento de cadáveres mutilados se acusó a la comunidad ruandesa de practicar crímenes rituales. En dos días, más de 60 comercios fueron saqueados e incendiados. Hubo dos personas que murieron quemadas vivas.

En Sudáfrica, mientras tanto, el odio a los extranjeros se acentuó en estos últimos años. En abril de 2022 se multiplicaron los ataques violentos en Diepsloot, en las afueras de Johannesburgo, en lo principal contra migrantes provenientes de Zimbabue. Alegando luchar contra la criminalidad, grupos de autodefensa formados por sudafricanos los tomaron como blanco.

Para Sylvie Bredeloup, directora de Investigación del Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD), las dificultades económicas que atraviesan los países africanos llevan a los jefes de Estado a adoptar políticas migratorias cada vez más drásticas. “En 2013, el 78 por ciento de los africanos necesitaba una visa para entrar a otro país del continente, lo que plantea interrogantes sobre la utilidad de los acuerdos regionales de libre circulación. Desde hace unos 20 años, vemos cómo las fronteras de Europa se externalizan hacia África”, precisa la socioantropóloga especializada en migraciones intraafricanas11. Los Estados del continente, entre ellos Sudáfrica, intensifican los rechazos en las fronteras mismas. Este movimiento se aceleró aún más en 2015, cuando, en plena crisis migratoria en el Mediterráneo, los jefes de Estado europeos y africanos se reunieron en La Valette (Malta) y acordaron reforzar los controles para que las personas se quedaran en sus lugares de origen a cambio de “programas para el desarrollo”. El 4 de octubre de 2023, en Bruselas, los Veintisiete decidieron hacer todavía más intensa la vigilancia de sus fronteras.

Paul Boyer y Rémi Carton, periodistas, enviados especiales.


  1. Ver Gérard Prunier, “Terrorisme somalien, malaise kényan”, Le Monde diplomatique, París, noviembre de 2013. 

  2. “Zambia country statistical report”, oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Ministerio de Relaciones Exteriores y Seguridad Nacional, Lusaka, 31-7-2023. 

  3. “Southern Africa-Monthly flow monitoring registry report, may 2023”, Organización Internacional para las Migraciones (OIM), Ginebra, 5-7-2023. 

  4. Catherine Wihtol de Wenden, Atlas des migrations. De nou¬velles solidarités à construire, Autrement, París, 2021. 

  5. Ver Thierry Brésillon, “ Indésirables Subsahariens en Tuni¬sie”, Le Monde diplomatique, París, mayo de 2023. 

  6. “Zambie: le Comité des droits de l’homme salue l’aboli¬tion récente de la peine de mort et porte notamment son attention sur le statut du droit coutumier, les conditions de vie en détention, la jouissance des droits politiques, le droit de réunion et d’expres¬sion”, Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Ginebra, 3-3-2023. 

  7. Ver Laura-Maï Gaveriaux y Noé Hochet-Bodin, “Le Tigré, victime de la réconciliation entre l’Éthiopie et l’Érythrée”, Le Monde diplomatique, París, julio de 2021. Ver también “Éthiopie: l’ONU dénonce la ‘brutalité extrême’ et des possibles ‘crimes de guerre’ dans le conflit au Tigré”, ONU Info, 3-11-2021. 

  8. “DR Congo: Killings, rapes by Rwanda-backed M23 rebels”, Human Rights Watch, 13-6-2023. 

  9. “Zambia country statistical report”, op. cit. 

  10. Geoffroy de Saulieu, Charles Grémont y Marie Rodet, “Migrations africaines: au-delà des frontières”, IRD le Mag, Institut de recherche pour le développement, 31-1-2022. 

  11. Sylvie Bredeloup, “Migrations intra-africaines: changer de focale”, Politique africaine, vol. 161-162, N° 1-2, París, 2021.