No deja de ser una paradoja que en un país donde cada día hay entre diez y once asesinatos de mujeres, de los cuales el 95 por ciento queda impune, la próxima jefatura de Estado vaya a estar en manos de una mujer. El oficialismo, representado por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), de AMLO, lleva como candidata a Claudia Sheinbaum, en tanto que la oposición está alineada detrás de Xóchitl Gálvez. Esta última encabeza el Frente y Corazón por México, alianza hace algunos años improbable entre el derechista Partido Acción Nacional (PAN), el alguna vez centroizquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el siempre asociado con el poder Partido Revolucionario Institucional (PRI).

La capacidad del PRI del siglo XX para mantenerse en el gobierno a través de mecanismos poco transparentes llevó a que México fuera etiquetado por la ciencia política como una democracia de partido hegemónico. Tan omnipresente era esa formación, eterna inquilina del palacio de gobierno, que su logo estaba incluso en las casetas de los lustrabotas en la Alameda Central (plaza principal capitalina), sello que parecía imprescindible para poder ejercer el oficio de bolero, como se le llama en México. A la vez, las épocas navideñas, hasta bien entrados los años 1980, revivían las polémicas por “los Santa Claus priistas”, ya que la afiliación al partido también se necesitaba para portar el caluroso disfraz en espera de una propina después de una foto de caballete.

Este estado de cosas fue desafiado por el emerger de la Corriente Democrática dentro del PRI, en 1988, que con el aporte de sectores de la izquierda marxista tradicional daría nacimiento, un año más tarde, al PRD. Debería pasar casi una década para que el PRD tuviera su primera victoria significativa, cuando Cuauhtémoc Cárdenas ganó la gobernatura del entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México. Sin embargo, el verdadero final de la hegemonía del PRI no vino por izquierda sino por derecha. En 2000, el PAN, entonces liderado por Vicente Fox, le arrebató la presidencia de la República.

La capital ha sido siempre un semillero de liderazgos, algo que se refleja en la hoy candidata de Morena, jefa de gobierno de Ciudad de México desde 2018 hasta el 16 de junio de 2023, cuando renunció para enfocarse en su actual postulación presidencial. No debe olvidarse que AMLO ocupó ese mismo cargo, aunque la urbe se llamase todavía Distrito Federal, en el período 2000-2005.

Perfil de Sheinbaum

Los periódicos y portales destacaban como “un esfuerzo de campaña” que la candidata de Morena hubiera mostrado la cocina de su casa y tocado la guitarra para sus seguidores de las redes sociales. Ocurre que esta doctora en ingeniería de la energía (en su momento, la primera mujer doctoranda de la Universidad Autónoma Nacional de México) tiene fama de fría y poco dada a las elasticidades casi acrobáticas que exige la política moderna: es cada vez más habitual que los asesores coloquen a los políticos en el aprieto de mostrarse estudiando surf o pilotando monopatines eléctricos (aunque sus habilidades naturales contradigan el intento). Al parecer la exhibición de su cocina fue necesaria para contrarrestar la arremetida de su rival, Xóchitl Gálvez, quien en el segundo debate, el 29 de abril, la acusó de tener más dinero que el que declara. En el video que difundió su equipo de campaña se ve un apartamento más acorde a una científica de un país latinoamericano que a una aspirante presidencial mexicana. También se la ve algo tensa e incómoda. Lo suyo, queda claro, no son las sonrisas burbujeantes y expansivas.

A poco de cumplir los 62 años de edad, Claudia Sheinbaum es presentada por casi todos los perfiles como una académica que se sumerge en la política. No es fácil ignorar ese aspecto, ya que hablamos de una ex jefa de gobierno de la capital que tiene un centenar de publicaciones internacionales especializadas en ingeniería ambiental, pasó por la prestigiosa universidad estadounidense de Berkeley e integró el Grupo de Expertos sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas. “Biografía de una mujer de ciencia”, encabeza Excelsior (26-2-2024). “La científica que quiere hacer historia en las presidenciales de México”, dice France 24 (7-9-2023). El título de El País de Madrid va un paso más allá: “La científica ecologista que hereda el legado político de López Obrador” (7-9-2023). En ese punto se toca con Nueva Sociedad, que se anima a sacarla del laboratorio: “Claudia Sheinbaum y la herencia de AMLO” (octubre de 2023).

Si de herencia se trata, se suele hacer referencia a su pedigrí de izquierda. El padre militante del Partido Comunista es situado también como científico (El País), pero es a la madre a la que se la muestra abriéndole la puerta de las protestas del 68, pese a los tempranos seis años de la niña (Excelsior). En todos los casos se da cuenta de los abuelos judíos, explicación de la sonoridad báltica de su apellido paterno. ¿Qué tanto importa esto en un país católico?, se preguntó Los Angeles Times el 24 de abril. “Judía y extranjera”, dijo de ella el expresidente derechista Vicente Fox, intentando predisponer al electorado en su contra, y el equipo de verificación de la agencia Reuters debió confirmar, ante las crecientes fake news, que su programa no incluía la circuncisión.

La cuarta transformación

Si bien las más recientes olas progresistas han limitado sus énfasis refundadores, eso no siempre fue igual en esa familia ideológica, desde las asambleas constituyentes de Bolivia hasta el socialismo del siglo XXI con el que el chavismo venezolano se propuso un revulsivo poscaída del Muro de Berlín. AMLO parece haber mantenido algo de aquel impulso. No debe olvidarse que, pese a perder la polémica elección de 2006 con el PRI, en la que encabezó una mediática protesta que incluyó una simbólica toma de mando alternativa, el suyo es un liderazgo contemporáneo al de los presidentes de Bolivia, Evo Morales (2006-2019), o de Ecuador, Rafael Correa (2007-2017).

Por eso no debe extrañar que, cuando finalmente se calzó la banda presidencial en 2018, haya buscado “mover las raíces de los árboles”, y de un modo que fuera más allá de la retórica. A cuatro años de haber recibido en las urnas el apoyo de 30 millones de mexicanos (53,2 por ciento de los votos), se sintió todavía con el respaldo suficiente para anunciar que su gobierno implicaba un acento social tan profundo que se situaría como la cuarta transformación de la historia del país. Las tres primeras habrían sido la independencia (1810-1821), la reforma de Benito Juárez (1858-1861) y la Revolución Mexicana (1910-1917). Baste mencionarlas para calibrar la estatura del desafío y la medida de la autopercepción de sus fuerzas.

Parece claro que en el final de su mandato no todas las intenciones han podido concretarse y que varios de los proyectos emblema han sido polémicos1. En la pulseada por llevar la voz cantante del balance, la apuesta por la comunicación directa con la ciudadanía se ha mantenido como un reflejo central de su accionar. En ese sentido destacan las llamadas “mañaneras”, conferencias de prensa que para algunos críticos recuerdan el programa Aló presidente de Hugo Chávez (quizá por la todavía redituable apelación al chavismo como estigma) y para sus seguidores son una marca de fábrica propia de su carisma. Más de medio millón de espectadores en el canal de Youtube parecen dar razón de su importancia, más allá del riesgo de sobreexposición, apunta el analista Axel Velázquez Yáñez2. En todo caso, fijan agenda.

Esa centralidad no deja de ser un impulso y un peso para la actual candidata. Analistas han destacado que ganar eso “debe conservar a los seguidores más fervientes del presidente, a quien no puede reemplazar como líder carismático y de cuya popularidad depende”. Es decir, “debe prometer de manera creíble una continuidad de los seis años del gobierno AMLO, aprobados por la mayoría de la población”3. Pero sin dejar de llevar adelante su propia agenda, más centrada en la financiación de la educación, el respeto del ambiente y el enfoque de género que en la tendencia a la megalomanía.

En tanto primera mujer jefa de gobierno de Ciudad de México, Sheinbaum tiene lo que mostrar. Cuando quieren hablar de su mezcla de eficiencia y conciencia ambiental, sus seguidores echan mano a la red de transporte público de bajas emisiones contaminantes que instaló en la urbe combinando ciclovías, Metrobús y tranvías eléctricos. Si alguien les responde que eso no alcanza para empardar el énfasis social de AMLO, hablarán de las becas a estudiantes pobres o de los programas enfocados en los más excluidos. Quizá por eso, cuando se la ataca, la munición es gruesa.

Sin medias tintas

La opositora Xóchitl Gálvez aseguró que Claudia Sheinbaum “es la candidata de un narcopartido, que rinde culto a la Santa Muerte” (El País, 1-5-2024). En un estilo que haría recordar al de la ministra de Seguridad argentina, Patricia Bullrich, de no ser por la notoria diferencia de carisma, Gálvez ha apelado de manera sistemática a la promesa de “mano dura”. Contexto no le falta. Basta con mirar solamente la campaña: “México se encamina hacia su elección más violenta: 30 aspirantes asesinados, 77 amenazados y 11 secuestros” (El País, 24-4-2024). Sin embargo, pese a ser el sexto país más violento del mundo, y el primero en América Latina (El Economista, 1-1-2024), la percepción ciudadana de inseguridad está en su mejor nivel de los últimos diez años (Efe, 19-1-2024). Esta mejora de las sensaciones no incluye los datos más recientes: entre el viernes 26 y el domingo 28 de abril hubo 257 asesinatos en el país, lo que lo convirtieron ese fin de semana en el más violento del año (la diaria, 29-4-2024).

Las acusaciones de Gálvez, dicen los seguidores de Morena, dan la razón a la afirmación de Sheinbaum, en febrero, que anticipaba una “campaña sucia” llena de noticias falsas (El Financiero, 9-2-2024). La candidata oficialista denunciaría luego el uso de millones de dólares para posicionar en las redes sociales los hashtags que asocian a Morena con el narco (El País, 1-5-2024). Para la oposición, aunque pueda haber diferencias con el tono usado por Gálvez en el debate, habría consistencia con las investigaciones realizadas por Estados Unidos acerca del entorno de AMLO (The New York Times, 22-2-2024).

El tono. Esa parece ser la fortaleza y la debilidad de Gálvez. Ha cultivado un estilo descontracturado y de cercanías: “en mi gobierno tú serás la prioridad”, suele ser su mantra, al que adereza con el condimento que requiera cada situación. Su campaña ha colocado en el centro de la comunicación el origen esforzado de su trayectoria. De familia indígena y mestiza, fue vendedora ambulante, para luego, mediante una beca, acceder a la universidad, donde obtuvo un título de ingeniera en computación. Hoy empresaria en el campo de la tecnología y senadora por el derechista PAN, en los comienzos podría haber encauzado sus intereses políticos en otra dirección. “Malhablada, indigenista, declarada como una mujer de izquierdas y madre de dos hijos a los que veía poco para atender su trabajo, Gálvez no encajaba en los cánones conservadores del panismo”, dice Animal Político (17-8-2023). Sin embargo, las alianzas entre el PAN y sectores de antigua centroizquierda (PRD) volvieron natural que los discursos se acercaran durante la llegada a la presidencia del priista Felipe Calderón en 2006. La relación de altibajos que mantuvo con el PAN se encauzó definitivamente en 2015. Más difícil de sintonizar –dadas sus críticas al PRI– fue la triple alianza de todas las fuerzas opositoras para enfrentar a Morena. Pero cualquier indicio de izquierdas que hubiera habido en los inicios de su carrera ya no estaba ahí. Desde entonces, pareció sentirse cómoda con este contrapoder, en especial cuando el propio AMLO le dio impulso en 2022 al señalarla como potencial desarticuladora de los avances sociales de la cuarta transformación. La habían pensado desde el PAN como candidata a la gobernación de Ciudad de México, pero esa proyección nacional de la crítica de AMLO la posicionó hacia la candidatura a la máxima magistratura del país. Gálvez, resistida entre las elites de los tres partidos opositores, se impuso entonces a los escépticos y logró ser candidata común para 2024.

Corriendo de atrás

En esta carrera presidencial Gálvez parece haber priorizado la estridencia por sobre las propuestas, en especial en el primer debate, el 7 de abril. La explicación podría estar en su permanente segundo lugar en las encuestas, lugar que últimamente incluso se ha visto algo “molestado” por un tercero en discordia. Aunque Jorge Álvarez Máynez, del Movimiento Ciudadano, no logra pasar del dígito único en las encuestas, el entorno de Gálvez ha llegado a plantear de manera pública que este debería renunciar a su candidatura en beneficio de un voto útil opositor (Infobae, 2-5-2024). Una postura curiosa, ya que este diputado, graduado en políticas públicas, hijo de uno de los fundadores del Partido Comunista en la norteña Zacatecas, se presenta dentro de un espacio de centroizquierda. Si hay alguien que podría beneficiarse de su salida de escena, parecía ser Sheinbaum, con quien compartiría una parte del electorado. La candidata oficialista, con sinceridad o por cálculo, felicitó a Álvarez Máynez por no renunciar (Milenio, 2-5-2024).

Así las cosas, las encuestas más recientes le dan a Sheinbaum entre 17 y 24 puntos por encima de Gálvez (Animal Político, 2-5-2024), cifra que la candidata de Morena hizo trepar a 30 puntos de diferencia al hablar en un mitin reciente (La Jornada, 2-5-2024) sin citar el origen del estudio.

Política exterior

“México tiene una política de relaciones internacionales, una política exterior muy clara establecida en la Constitución, que tiene dos elementos básicos: respetar la soberanía de los pueblos y de las naciones, y la construcción de la paz. Y estos principios básicos de la política exterior mexicana van a seguir siendo la esencia”, aseguró Sheinbaum en una reunión con embajadores a comienzos de año (20-2-2024). No será fácil anclar esa generalidad en situaciones concretas, en especial con los antecedentes idiosincráticos de AMLO, quien ha venido protagonizando diferentes duelos verbales durante su mandato. Ya sea afilando el discurso en polémicas históricas con la antigua metrópoli española y con el Vaticano, a quienes exigió pedir disculpas a los indígenas americanos (BBC, 25-3-2019), o bajando decibeles en las diferencias con su par brasileño, Luiz Inácio Lula Da Silva, respecto de los bombardeos de Israel sobre Palestina, tema en el que México mantuvo una mayor neutralidad (Forbes, 22-2-2024).

La situación conflictiva más reciente de México en el campo de las relaciones internacionales fue el asalto de su embajada en Quito por parte de la policía ecuatoriana. El 5 de abril Ecuador ingresó en la representación diplomática mexicana y detuvo al exvicepresidente correísta Jorge Glas, acusado de actos de corrupción. AMLO rompió relaciones con Ecuador y presentó una demanda ante la Corte Internacional de Justicia. El 11 de abril Sheinbaum se manifestó de acuerdo con la reacción de su presidente y calificó lo ocurrido como “deleznable”. En este punto, al igual que en la guerra de Ucrania o en la situación migratoria y las relaciones con Estados Unidos, las posturas de la candidata han estado siempre alineadas con las de AMLO. No extraña entonces que al comentar aquel sondeo fantasma que le daba una ventaja de 30 puntos en la carrera presidencial (en lugar del 17 a 24 de las encuestas acreditadas) haya señalado que la población prefería la continuidad antes que la incertidumbre. En la más reciente encuesta de aprobación de gestión presidencial (El Financiero, 2-5-2024), el 60 por ciento de los mexicanos le dan a AMLO una nota positiva. No es poco para pronosticar que Sheinbaum tiene las mejores chances para el 2 de junio.

Rafael Trejo, periodista.


  1. Luis Reygada, “En México, un tren llamado 'Maya'”, Le Monde diplomatique, edición Uruguay, enero de 2024. 

  2. En Daniela Lemus Muñiz (coord.), Comunicación política en el gobierno de AMLO. Mañaneras, disputas y actores en el espacio público en la 4t, UNAM, 2022. 

  3. Yesko Quiroga, “Claudia Sheinbaum y la herencia de AMLO”, Nueva Sociedad, octubre de 2023.