“¿Qué sabes de la menopausia de tu mamá? ¿Y la de tu abuela?”, lanzó la pregunta a bocajarro la argentina Verónica Giordano en un café del Centro de Montevideo. La socióloga e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina, especializada en estudios de género, visitó la ciudad a comienzos de abril en el marco de un seminario que dio en el Centro de Estudios Interdisciplinarios Latinoamericanos de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República. la diaria aprovechó la ocasión para entrevistarla y conocer el proyecto “Un día en la vida: visibilización de la menopausia en la menstruación”, que desarrolla con un equipo de sociólogas, antropólogas y estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). También para entender que la menopausia va mucho más allá de los “calores” y los “cambios de humor”, para problematizar sobre los mitos que la rodean, y saber por qué es importante hablar con las madres y las abuelas sobre el tema. Porque si la menstruación aún es tabú, de la menopausia ni siquiera se habla.

Hasta la menopausia

Durante la pandemia por covid-19, en 2020, Giordano –que ahora tiene 53 años– comenzó a transitar los primeros signos de la menopausia sin ningún tipo de información. En ese momento, “no estaba preparada para afrontar los cambios que a veces son muy repentinos y molestos”, contó. Buscó información en internet, entendió lo que le estaba pasando a su cuerpo, y decidió que la menopausia sería un tema central en sus estudios académicos.

Lo primero que descubrió es que en Reino Unido una representante del Partido Conservador en el Parlamento llevaba adelante una campaña de concientización sobre la menopausia, enfocada en la protección de los derechos de las mujeres con menopausia en el mercado de trabajo.

Pero en la búsqueda de una mirada local y regional, la investigadora puso el foco en lo que estaba sucediendo en Argentina y el resto de América Latina, y empezó a delinear los primeros trazos del proyecto de investigación “Un día en la vida”. El proyecto es dirigido por Giordano, codirigido por Bárbara Martínez, y participan Carolina Baranowski, Paula Cuesta, Lucía Davin y Mora Vinokur. Está subsidiado por la UBA.

Así es como el equipo empieza a delinear una “agenda de problemas propios” en torno a la menopausia, al decir de Giordano, en un país como Argentina en el que “el mercado de trabajo formal es pequeño [en comparación con los países europeos] y las mujeres, en general, están ocupadas en tareas que no están registradas formalmente o invisibilizadas como el empleo doméstico”. Según los datos de la Encuesta Permanente de Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censos del país, 37,4% de las mujeres ocupadas en Argentina trabajaban en la informalidad en el tercer trimestre de 2023.

En la búsqueda de la agenda propia, a Giordano le pareció que la Ley de Educación Sexual Integral (ESI), aprobada en 2006 en Argentina y que busca garantizar el acceso a la ESI en todo el territorio, era un buen dispositivo para sondear qué se estaba enseñando en las aulas educativas en torno a la menopausia.

“Junto con el equipo hicimos una búsqueda básica de la palabra menopausia en los cuadernillos y láminas que se utilizan para la implementación de la ESI, y la palabra menopausia aparece invariablemente dentro de la frase ‘hasta la menopausia’. Es decir, desde la primera menstruación hasta la menopausia”, contó la investigadora.

Esta primera constatación del equipo es uno de los grandes mitos en torno a la menopausia porque, según Giordano, “con el simple hecho de buscar la palabra encontramos una problemática muy grande: desde el punto de vista del abordaje de la ESI y en relación a la menopausia, las mujeres estamos consideradas como cuerpos reproductivos. Cuando dejamos de ser fértiles, se termina la problemática y no hay más contenidos de ESI [sobre nuestros cuerpos y sexualidades]”.

Esta será una línea fundamental en el trabajo de Giordano y el equipo: incorporar la palabra menopausia cuando se habla del ciclo menstrual. Para ello, articulan esfuerzos con la Asociación Civil Ecofeminita, que desarrolla desde 2017 la campaña MenstruAcción con tres reclamos principales: la quita del IVA a los productos de gestión menstrual, la provisión gratuita de estos productos en espacios comunitarios y la promoción de la investigación y socialización de datos al respecto.

Desde ahí es que están realizando un mapeo de las leyes y políticas públicas específicas sobre la menopausia en América Latina, y dando los primeros pasos para desarrollar una calculadora de gestión de la menopausia.

La última menstruación

La definición de menopausia tiene que ver con un único día en la vida de las mujeres y las personas menstruantes: el día en el que dejan de sangrar. De ahí el nombre del proyecto que lidera Giordano. Pero “¿cómo medís el día en que dejaste de menstruar? Para la medicina, tenés que dejar pasar un año, y si estuviste un año sin menstruar, entonces la médica ya te pone la etiqueta de menopausia y ahí empieza tu posmenopausia, que se desarrolla el resto de tu vida”, contó la investigadora.

En este escenario, según ella, “algunas mujeres sienten los cambios hormonales durante un tiempo y luego eso se estabiliza y se vive con mayor suavidad, pero otras mujeres tienen los calores hasta los 90 años”. Comúnmente, la menopausia se registra en las mujeres y personas menstruantes alrededor de los 50 años, donde “el declive hormonal es muy pronunciado y repentino y provoca un mayor impacto para las mujeres” a diferencia de los varones, que viven la andropausia como un proceso más lento y prolongado en el tiempo, explicó Giordano.

Para las mujeres y personas menstruantes también se registra la perimenopausia, el momento que rodea a la menopausia. “En general, se aborda la perimenopausia desde los 45 años, algunos dicen que desde los 40, pero también sabemos que hay problemáticas que aparecen a los 35 años”, dijo la investigadora.

Esta es una de las principales razones por la que Giordano y su equipo hacen hincapié en la importancia de incluir a la menopausia en el ciclo menstrual y de informarse sobre este proceso desde temprano, porque “gran parte del tránsito hacia la menopausia se vive mientras la persona está menstruando”. A la vez que, según ella, “la mitad de nuestras vidas las vivimos en posmenopausia, digamos que una persona que vive 90 años atraviesa la mitad de su vida sin menstruar”.

La segunda primavera

Para Giordano, hay que derribar la noción de que cuando se termina la menstruación, se terminan los ciclos: “Para la cosmovisión occidental y la medicina hegemónica, esto está muy arraigado, pero en América Latina tenemos múltiples comunidades que tienen otras miradas sobre la naturaleza y sobre la vida”. También pone como ejemplo a China, donde “la menopausia es considerada la segunda primavera y existe una mirada de los ciclos vitales hasta la muerte y después de la muerte”.

La investigadora también resaltó que desde la sociedad occidental se aborda la menopausia como una enfermedad y se habla de “síntomas” al referirse a los signos que manifiesta en las mujeres y personas menstruantes. En este sentido, añadió que son “las mujeres de más de 50 años las que están más medicadas en temas de salud mental que los varones”.

“Muchas de las cuestiones asociadas a los desequilibrios que tienen que ver con la menopausia, como el insomnio, las lagunas mentales y los altibajos en el humor, aparecen solucionados por la vía de la medicalización en salud mental. En el consultorio no se conecta la problemática de la salud mental con la edad y el ciclo vital”, explicó Giordano.

Por otra parte, ella se refirió a la problemática asociada a las posmenopausia y la gestión de la sexualidad, sobre todo en una sociedad heteronormada: “Aparecen cuestiones relativas a la sequedad vaginal, lo que trae algunos derivados como que se pueden llegar a transitar episodios de violencia de género. Algunas mujeres son obligadas por sus parejas a tener relaciones coitocéntricas a pesar del dolor, y si se niegan, pueden ser violentadas, golpeadas y abusadas por sus parejas, que lo ven como una traición”.

Otro de los aspectos del trabajo de la sexualidad tiene que ver con los hombres: “En mi círculo de amigas nos reímos mucho porque quienes están en Tinder muchas veces utilizan esa aplicación para buscar una salida y generar un momento agradable, que no siempre está centrado en el pene. Pero luego te encontrás con el varón enviagrado y preparado para una situación totalmente centrada en el pene. El goce sexual a esta edad muchas veces pasa por otros juegos eróticos y otras formas de generar y de sentir placer. Ahí hay un cortocircuito y también hay estigmatizaciones: no es una histérica que no quiere garchar, es que no quiere estar tres horas lastimándose con un pene duro”, contó Giordano.

Así mismo, la investigadora aseguró que existen indicadores que muestran un aumento en el contagio de VIH en la población femenina mayor de 60 años. “A partir de ese momento las mujeres, por un sentido común arraigado, consideramos que ya no hay peligro de embarazo y por lo tanto no hay necesidad de cuidarse”, agregó.

Según Giordano, el mercado también hace lo suyo, porque “hay una enunciación acerca de que la menopausia es un problema, pero que tiene solución; ahora, si no tenés acceso al gel masajeador, quedás afuera. Eso también es un factor de angustia, y retirarse de la vida sexual trae otro tipo de atrofias”. La investigadora consideró que el hecho de no abordar la menopausia desde una mirada integral va reproduciendo malestares y estereotipos. También dijo que se está muy lejos de darle una solución integral, por lo que lo más importante es visibilizar el tema entre las mujeres y las personas menstruantes.

La transmisión transgeneracional

Que las mujeres y personas menstruantes hablen y se informen sobre la menopausia desde jóvenes, para Giordano necesariamente tiene repercusiones positivas: “Desde pequeñas tenemos que saber que vamos a empezar a menstruar y que eso puede ser algo incómodo. Así como tenemos que saber que vamos a dejar de menstruar de maneras que pueden ser sorpresivas e incómodas, pero también amables y cuidadas”.

También les ayuda, según la investigadora, a tener una visión no reproductivista de sus propias vidas, sobre todo si se hace desde una transmisión transgeneracional y si se tienen en cuenta los ciclos vitales antes y después de la menstruación. Por ejemplo, “si sabemos que madre y abuela dejaron de menstruar a los 40 años, podemos anticiparnos a esa situación y elegir con mejores elementos cómo queremos transitar ese momento”, contó Giordano.

A su vez, “la transmisión transgeneracional puede hacer que muchas de las experiencias que tienen las jóvenes en relación a los feminismos ayuden a sus abuelas a comprender que hay otras formas de vincularse y de cuidarse con la pareja que debe utilizar un preservativo para evitar enfermedades”, agregó la investigadora.

Ella también cuestionó que desde los feminismos no se esté prestando atención a la menopausia. Desde su propia trayectoria, lo explicó así: “No podés creer que nadie te haya mencionado nunca esto, y eso nos pasa a nosotras que trabajamos con los feminismos cotidianamente. Cuando llega el día, decís: ¿cómo nadie me dijo nada de todo esto que me está impidiendo ser feliz?”.