Miami en la década de 1980 era un lugar más turbio y menos sofisticado que hoy y eso se debía, en gran parte, a una mujer: Griselda Blanco. Conocida como La Madrina, Blanco fue ganando terreno a fuerza de muerte y destrucción hasta convertirse en la mayor traficante de cocaína de la zona y fue gran responsable de la “Cocaine Cowboys War”, que transformó a Miami en la ciudad más violenta de Estados Unidos.

Siguiendo el camino de series sobre capos de la droga como Pablo Escobar o el Chapo Guzmán, el mismo equipo de Narcos y su spin-off Narcos: México (Eric Newman, Carlo Bernad, Doug Miro y Andrés Baiz) une talento con la estrella colombiana de Modern Family Sofía Vergara (también productora ejecutiva) y da vida a Griselda. Organizada como una miniserie de seis capítulos, este drama criminal narra el ascenso y la vida de la dueña del cártel de Medellín y relata los negocios de una mujer tan empoderada como fría y vengativa.

Pero Griselda no fue solamente una mujer en busca de venganza contra quienes le sacaron todo, sino también una narcotraficante sagaz y determinada, madre de cuatro hijos e inmersa en un mundo típicamente masculino, que hizo historia, de la mala, y fue la fundadora de uno de los cárteles de droga más grandes del mundo. Dejó una marca imborrable: se enfrentó a capos de la mafia, construyó su propio ejército usando prostitutas como mulas (una de ellas es interpretada por la cantante Karol G) e inventó su propio sistema de sicarios, que utilizó para ordenar asesinatos en defensa de su territorio.

“El único hombre al que le he temido en mi vida fue una mujer llamada Griselda Blanco”. Con esta elocuente frase de Pablo Escobar al inicio, se marca la impronta brutal y vertiginosa de la serie. Griselda huye de Medellín con sus hijos para instalarse en Miami y empieza a montar su imperio de cocaína. Decidida a reconstruirse, elabora un plan, calculado y meticuloso, para tener el control absoluto del negocio mientras se topa con la misoginia, la violencia y la intimidación, la lucha de bandas y la guerra por clientes.

Con inteligencia, la miniserie interpela nuestra moral al plantear a Griselda Blanco como una antiheroína; nos es imposible no estar de su lado. Se trata de una extrabajadora sexual que escapa de un marido abusivo y busca cómo ganar dinero en una industria particularmente sexista. Cría a sus hijos sola y rodeada de narcos que son, claramente, hombres horribles. Pero tiene un objetivo concreto y, con gran acierto y bajo un ritmo sin pausas, vemos cómo se convierte en una inescrupulosa negociante y en una de las mujeres más ricas del mundo.

Griselda atrapa no sólo por ser una versión dramatizada de una historia real, sino por la trama policial que tiene detrás: es la muestra de cómo ser mujer le causó muchos contratiempos en el negocio de la droga pero también la ayudó a permanecer fuera de radar durante años, ya que nadie creía que una señora fuese capaz de construir un reino narco de tal poder.

Vergara transmite la personalidad de Blanco, moldeada por la violencia y los abusos desde niña, con un carisma deslumbrante pero sin romantizar el mundo mafioso ni victimizarla, ni olvidar su ferocidad. Con una ambientación, banda sonora y cinematografía impresionantes, un elenco latinoamericano a la altura y una Sofía Vergara irreconocible brillando en el ascenso y la caída de la madrina de la cocaína (su personaje está tan bien logrado que incluso resulta cautivante en momentos de crueldad), Griselda es áspera y glamorosa a la vez.

Con agilidad, sostenida en un guion sólido, la serie describe la metamorfosis de una mujer vulnerable pero segura, que llega a ser una poderosa narcotraficante cuyas ambiciones despiadadas terminaron siendo sus propias enemigas. Una rara reivindicación femenina.

Griselda. Seis capítulos de 50 minutos. En Netflix.