Hoy es 8 de mayo. Faltan 53 días para las elecciones internas y 172 para las nacionales.

El Senado rechazó ayer el proyecto de participación paritaria en organismos electivos, presentado por la nacionalista Gloria Rodríguez. Cuando la iniciativa estaba en comisión, se consultó sobre la mayoría necesaria para su aprobación, y la opinión de especialistas fue que hacían falta dos tercios del total de componentes de cada cámara, pero finalmente no llegó a la mayoría simple. Con independencia de las opiniones sobre el proyecto dentro y fuera del Parlamento, el hecho es que en las próximas elecciones no habrá ninguna modificación de las normas vigentes acerca del tema de fondo, y esto merece algunas reflexiones preocupadas.

Hoy sólo rige la obligación de que las listas incluyan ternas sucesivas con personas de distintos sexos (dos hombres y una mujer, o dos mujeres y un hombre). El resultado práctico dista mucho de que los cargos electivos queden distribuidos en dos tercios y un tercio.

Todo indica que este resultado no es casual y que quienes confeccionan las listas, ante la obligación de incluir por lo menos una mujer en cada terna, muchas veces las ubican de tal modo que su elección sea muy poco probable. Es muy frecuente que un varón quede a la cabeza y que la primera mujer esté en el tercer lugar. Como muchas listas logran sólo una banca, y pocas obtienen tres o más, la proporción de mujeres en cámaras del Poder Legislativo apenas está entre un cuarto y un quinto.

Esta es la última de numerosas dificultades para que haya más parlamentarias. Antes están, entre otras, el reparto social de tareas, que disminuye la posibilidad de que las mujeres le dediquen igual tiempo que los hombres a la activividad política, y una suma histórica de prejuicios y discriminaciones, tanto dentro de esa actividad, tradicionalmente comandada por varones, como en el conjunto de la ciudadanía.

Tal situación es el motivo de que la senadora Rodríguez haya recogido la demanda, planteada desde varias organizaciones feministas, de que en las listas se pase de la cuota de un tercio a secuencias en las que alternen varones y mujeres. Así tampoco se garantizaría que la integración de las cámaras resultara paritaria, por lo que se dijo antes sobre la preferencia por varones en la confección de listas y la cantidad de cargos que estas logran, pero la proporción de mujeres aumentaría.

El proyecto de Rodríguez era ambicioso, hubo quienes le atribuyeron una intención puramente testimonial, con miras a marcar perfil en las elecciones de este año, y también legisladores y legisladoras que, durante el debate de ayer en el Senado, plantearon que tenían posiciones de principios contra la iniciativa. Alegaron, entre otras cosas, que es discriminatorio asumir que las mujeres necesitan leyes especiales para ocupar posiciones políticas relevantes, y que no es válido obligar a quienes votan a elegir mujeres.

Esto equivale a sostener que no hay más presencia de mujeres en el Parlamento porque las candidatas son menos capaces o menos confiables para quienes votan que los candidatos, como si los obstáculos para su carrera política y los criterios machistas en el armado de listas no existieran o no tuvieran una importancia significativa. Cuesta creerlo.

Hasta mañana.