“¿Dónde está el cine uruguayo de la época moderna? ¿No existió la estrategia de preservarlo?”, se preguntaba el año pasado Fernando Osorio, mexicano que integra varios consejos internacionales dedicados a la preservación (ver www.ladiaria.com.uy/ADJz). “Al Estado uruguayo le resolvió el problema de la preservación cinematográfica una entidad privada llamada Cinemateca, pero además le resolvió el problema de la educación y la formación de realizadores con su escuela. ¿Qué está esperando el Estado para apoyarla más de lo que lo ha hecho?”, concluía el especialista, que visitaba Montevideo invitado por el Centro de Fotografía.

La Cinemateca uruguaya enfrenta una situación insostenible: según su directora, María José Santacreu, si no se toman medidas, el cierre será una “cuestión de meses”. Antel le retiró completamente su apoyo, el Banco República lo redujo considerablemente, el apoyo de la Intendencia de Montevideo (IM) venció en diciembre -todavía no han tenido novedades al respecto-, y aún no se ha confirmado el legendario Festival de Cine de Punta del Este.

Las primeras palabras de la directora a la diaria se vincularon a la situación que la institución padece desde hace décadas: “No hablamos de una nueva crisis de Cinemateca, sino de la misma de siempre, que mejora o empeora dependiendo de los apoyos que recibimos y de cómo nos va en nuestros proyectos. Pero el problema de fondo es el modelo de sustentabilidad de Cinemateca, ya que es imposible sostener un archivo y un circuito sólo por medio de la exhibición, cuando se es incapaz, por esa misma crisis que viene de los años 90, de invertir en una infraestructura que sitúe a Cinemateca en un nivel competitivo dentro del mercado de la exhibición”.

Santacreu plantea que hay sitios en los que el Estado ha invertido mucho en infraestructura, situándolos en un nivel de competitividad interesante, como es el caso del teatro Solís, la sala Zitarrosa y el Auditorio del SODRE. “Ni siquiera ellos, con esa inversión, son autosustentables, y nadie les pide que lo sean”. Como ejemplo de esto, Santecreu se refirió a una entrevista de Gerardo Grieco -director del Auditorio- de 2013, en la que le planteaba a Emiliano Cotelo que ninguna orquesta del mundo era sustentable, y que tenían como meta llegar a 50% del presupuesto con sus ingresos. “El SODRE, con toda esa inversión, y estando en óptimas condiciones, no llega a 50% de los ingresos con sus actividades, y la sociedad busca mecanismos para financiarlo mediante el Estado, ya que es un problema por la propia naturaleza del SODRE -algo con lo que estoy absolutamente de acuerdo con Grieco-, porque un teatro así no se puede mantener con la exhibición. Lo que nos extraña es que cuando se trata de algo estatal se reconoce la inviabilidad sin un apoyo, pero, si es privado, como Cinemateca, se aspira a que obtenga no 50%, sino 100% del presupuesto, sin la inversión de infraestructura. Es obvio que no es posible, y que no se volverá sustentable sin inversión y sin apoyo”, explica Santacreu.

Cuenta que Cinemateca nunca contó con ningún tipo de apoyo estatal hasta que el Frente Amplio llegó al gobierno, y agrega que, a lo sumo, la IM imprimía los afiches de los festivales. Santacreu considera que esos apoyos fueron necesarios para que Cinemateca llegara a 2015, aunque “sigan siendo insuficientes y continúen sin ser sistematizados”.

70% del ingreso de Cinemateca proviene de sus socios, aproximadamente 3.000, y el Estado le destina 200.000 pesos anuales, según el presupuesto anterior (los apoyos puntales, para cuando la institución colapsa, han sido muy variables). De modo que Cinemateca alterna entre crisis mediana y crisis aguda. Santacreu apunta a que se ha instalado un problema: algunos creen que a Cinemateca se le destina dinero pero nunca llega a donde debe, cuando “cualquiera que vea los números y los presupuestos no puede pensar seriamente eso. Si la gestión de la infraestructura pública es brillante, y tiene 50% de déficit, entonces la de Cinemateca es súper brillante, ya que nuestro déficit es de $200.000 pesos, en un presupuesto mensual de 1.500.000 pesos”. En estos días, el déficit creció debido a que Antel cortó los acuerdos que mantenía con la institución y a que otros entes recortaron su patrocinio.

“Hay un doble discurso. Si la institución es pública no es sustentable, y si es privada debe serlo mediante ideas inverosímiles. Por ejemplo, algunos nos preguntan por qué no alquilamos la sala para eventos empresariales. Sin esa inversión en infraestructura, ¿se puede pensar en sostenernos alquilando la sala para eventos empresariales, o vendiendo merchandising? Esto se puede hacer, pero hay un problema de fondo que se debe atender primero: las cinematecas no son autosustentables, de la misma manera en que no son la Biblioteca Nacional, el SODRE o ninguna de estas instituciones que realizan tareas de interés público, como es resolver el patrimonio y mantener un circuito de exhibición, que en este caso pasa otro tipo de cine -que de otro modo no se proyectaría-”. Esto lo vincula a la tarea que desarrolla la institución, en lo que tiene que ver con la formación de espectadores y la exhibición de un cine distinto. “Lo que es anormal es que se crea que estamos obligados a hacerlo, y que debe dar ganancia. En un país donde los casinos daban pérdidas, no es raro que un archivo fílmico tampoco sea redituable”.

Cerrar las salas “sería como tener La Gioconda en el sótano”

Santacreu le planteó a la Comisión de Cultura y Educación del Parlamento que Cinemateca cuenta con un apoyo establecido por ley de 200.000 pesos, y que, si no existe una designación de recursos sistemática, seguirán enfrentando las mismas dificultades, cuando “el patrimonio fílmico no puede quedar librado a imponderables”, dado que debe mantener una temperatura constante de 5 ºC y no puede exponerse a “ahora me dieron dinero, prendo los equipos de frío, ahora no lo tengo, los apago”. Expresa que ellos no acudieron a la prensa, sino que plantearon esta situación insostenible frente a quienes deben hacerlo. Del mismo modo, han desarrollado proyectos para mantener el patrimonio, cuando “otros Estados lo han resuelto designando presupuestos fijos.”

“Hay una consideración extraña que obliga a conservar el patrimonio pero no a exhibirlo, cuando todas las cinematecas del mundo exhiben. Si no, sería una colección de películas. La conservación es significativa en la difusión y exhibición. Vos no estarías entrevistándome si Cinemateca no exhibiera, porque te preguntarías '¿qué habrá en ese archivo?'. El aporte social de Cinemateca no es sólo conservar la película, sino también que la gente tenga la posibilidad de acceder a ella. Si cerráramos las salas, sería como tener La Gioconda en el sótano”.

Futuro incierto

Entre los apoyos que el gobierno le brindó a Cinemateca existe “una posibilidad de futuro”. Esto refiere a las salas que funcionarían en el ex Mercado Central (futura sede de la Comisión Andina de Fomento), algo que Santacreu evalúa como muy interesante, ya que existe la posibilidad de contar con salas nuevas, lo que les permitiría otro nivel de competitividad. “Esto implica seguir funcionando de acuerdo al modelo de competitividad del mercado de la exhibición, pero en este caso desde una situación más equitativa. Estamos hablando de 2018, y las preguntas son: ¿cómo llegamos hasta ahí?, ¿cómo hacemos para obtener el dinero necesario para el equipamiento de las salas (creemos que esa inversión ronda 1.500.000 de dólares)? Es necesario revisar el modelo de sustentabilidad que se le exige a Cinemateca y que no sucede en ninguna otra parte”.

En cuanto al funcionamiento de la institución, Santacreu cuenta que reciben llamadas de otros países que les consultan cómo logran sobrevivir. Hace unos días la llamó el programa radial La autopista del sur, de Argentina, para conocer el modelo tan inusual de Cinemateca uruguaya. “Pero en Brasil, por ejemplo, este modelo tampoco se comprende. No sé por qué es tan difícil ayudar a Cinemateca cuando a todos les resulta obvio, excepto dentro del país: simplemente porque lo venimos haciendo así hace 62 años, pareciera que si tenemos problemas es por nuestra culpa. Lo maravilloso fue que durante muchos años no tuvimos problemas por una coyuntura política que la volvió muy fuerte, ya que el nivel de socios era altísimo. Pero es un lugar al que no queremos volver, ya que la gente se sentía tan oprimida que recurría casi al único lugar de libertad que se mantenía abierto. Y eso no puede volver a ser la base de sustentabilidad”.

Si el Estado se encargara del archivo, ¿sería más sustentable mantener las salas de exhibición? Santacreu cree que la discusión en torno a los archivos en general, y los fílmicos es particular, debe darse a nivel estatal. Considera que los archivos en general han sido muy desantendidos en el país. “Uruguay no se ha preocupado de buena manera de sus archivos. Son temas técnicos, complejos y caros, pero lo que tiene que darse es un sinceramiento respecto del abandono y la poca atención que se le presta al tema, y tratar de concientizar sobre que los archivos requieren una inversión, y que no tienen un retorno inmediato. Después de esto, sí se puede pensar cuál es el mejor modelo para Cinemateca”.

Se han perdido -y se siguen perdiendo y deteriorando- importantes archivos del cine nacional, sin que el Estado haya tomado medidas para evitarlo. En 2011, Manuel Martínez Carril elaboró una lista de los materiales uruguayos en alto riesgo, entre los que se encuentran Cantegriles (1956), de Alberto Miller, Como el Uruguay no hay (1962), de Ugo Ulive, o En la selva hay mucho por hacer (1974), de Walter Tournier.

Según explica Santacreu, desde hace muchos años Cinemateca se limita a una conservación pasiva, preservando su archivo en las mejores condiciones posibles. “Todo lo demás que hacen las cinematecas, como revisar constantemente el material y retrasar el proceso de deterioro, no lo podemos realizar, por una cuestión de personal”: en el acervo de 22.000 archivos fílmicos sólo trabajan dos funcionarios.

¿En el ojo de quién?

“Una Cinemateca que se sustenta de la exhibición necesita exhibir. No existe una cinemateca que exhiba tanto como la nuestra, pero esto responde a una necesidad. Nuestra cinemateca tiene una postura política frente al cine actual: es un modo de decir 'este cine interesa'. Defendemos mucho esto, porque genera la gran diferencia cuando se opone a otros discursos -y muy fuertes- sobre el cine”.

A Santacreu le llama muchísimo la atención que algunos “alegremente, deseen que se cierren las salas, como si no se perdiera nada. Nosotros creemos que sí se pierde. Hay una dificultad en percibir cuál es la función que está desempeñando Cinemateca, porque la respuesta usual es 'si está todo en internet'. Supongamos que es así, pero si no se señala que en internet, además de Jurassic Park, hay otras propuestas, y por qué son interesantes, pocos las conocerán. La gente, naturalmente, no buscará a Vera Chytilová [Las margaritas, La misma siesta de un fauno], porque no la conoce. Esta tarea, que se deja tan alegremente de lado, la sigue cumpliendo Cinemateca, contrarrestando así otros discursos sobre el mismo objeto, que son muy fuertes y que cuentan con apoyos económicos increíbles”.

Aclara que no mantienen las salas por “obcecados”, sino porque es el lugar del que provienen sus recursos, y porque cerrar la sala de 18 de Julio implica pensar dónde estrenar y cómo atraer auspiciantes (no es lo mismo Lorenzo Carnelli que 18 de Julio). Además, en un país que cuenta con serias dificultades para exhibir, y donde cierran los cines, “también llama la atención el tono de frivolidad utilizado para pedir que cierren más salas del único circuito alternativo que existe. Pero si la gente considera que debe suceder, terminará sucediendo. Si cierra Cinemateca 18, cierra mucho más que un cine. Es una pérdida de una idea de cine, y de un espacio que estrena otro tipo de películas, y que nosotros creemos que es importante mantener porque forma ciudadanía y conciencia. A Cinemateca se recurre cuando el circuito comercial da la espalda, y ese espacio es el que estamos defendiendo. Donde se pueda contar con un ciclo que acompañe una campaña como el No a la Baja, por ejemplo, que era un problema de derechos humanos (y no de política partidaria). Y así hemos programado miles de ciclos”.

Consultado sobre esta situación, Sergio Mautone, director nacional de Cultura, dijo que están analizando la situación. Reconoce estar preocupado y “analizando en qué medida podemos intervenir de forma más directa. No es sencillo, y no contamos con el mejor de los escenarios, pero ya estamos trabajando en algunos programas que pueden ayudar a ordenar algunos de los problemas”.

El caso mexicano

La Cineteca Nacional de México es una institución de referencia a nivel mundial, que, con o sin paradojas, cuenta con un uruguayo a cargo de su programación -Nelson Carro-. A principios de julio, el Instituto del Cine y Audiovisual del Uruguay invitó al experto mexicano en patrimonio audiovisual y subdirector de Preservación de acervos de la Cineteca, Edgar Torres, para que expusiera sobre los archivos audiovisuales en la era digital. En diálogo con la diaria, desde Coyoacán, Torres contó que cuando se vivía la época dorada del cine mexicano (1945-1955), la comunidad audiovisual, que contaba con una gran fuerza, comenzó a reclamar que se resguardara su material. Así, años después se consolidó la Cineteca (1974). Paralelamente, se creó una ley que la convirtió en despositaria legal de la producción nacional, disposición que en Uruguay sólo existe para el caso de los libros.

El presupuesto con el que cuenta la Cineteca proviene de dos entradas: una del presupuesto federal, de aproximadamente 40 millones de pesos mexicanos anuales, y otra que corresponde a los ingresos generados por la propia institución. Cuenta que su recomendación para el caso de Cinemateca es trabajar “sobre la sensibilización, y tratar de jalar a la comunidad audiovisual que está en crecimiento”.

Consultado sobre cómo evalúa el trabajo de archivo que ha estado desarrollando Cinemateca, Torres plantea que ha sido muy bueno, aunque cuenta con muchas carencias, como la cantidad insuficiente de personal y la falta de capacitación. “Son muy poquitos -es necesario que los rollos de material fílmico se vean uno a uno- y el acervo es muy grande. La Cinemateca uruguaya tiene 63 años, y la mexicana, 40; la uruguaya es una institución más antigua y con una gran tradición. Al ver el catálogo me enteré de que tienen materiales de 1890, cuando el más antiguo que tenemos nosotros es de 1911”. Plantea que hay muchísimo por hacer, y si las cinematecas lo hacen en conjunto, será “más fácil”.

Cree que en Uruguay hay muchas oportunidades, pero considera necesario realizar una renovación, ya que no se puede competir con los grandes complejos comerciales y las cadenas cinematográficas en las actuales condiciones.

Advierte que más allá de que se cree una ley, si no existe conciencia por parte de la comunidad todo se vuelve muy complicado. En cuanto a esto, explica que a la Cineteca de México le han criticado que cuente con diez salas de exhibición, porque se asume que la función general de los archivos es resguardar y posibilitar el acceso a los investigadores. “Pero lo cierto es que la exhibición va de la mano, algo que para nosotros es un lujo. Estas salas le han permitido a la Cineteca contar con más ingresos y más recursos” (el año pasado contabilizaron 1.200.000 espectadores anuales).

A Torres le sorprende que a Cinemateca se la defina como privada, cuando “en verdad es una asociación civil, y no una comercial”. En el caso particular de Cinemateca, cree que gran parte del trabajo ya está hecho, y en ese sentido considera que el Estado debería apoyarla y consolidarla para que funcione como una cinemateca estatal. “Si el gobierno hoy en día crea una nueva cinemateca, posicionarla a nivel internacional le implicará muchos años, cuando en verdad ya cuenta con una institución con muchos años de existencia, y a la que la gente en general le tiene mucho cariño. Lo que hay que hacer es trabajar sobre eso para que se limen las asperezas, y, necesariamente, realizar una gran inversión en cuanto a sus recursos. Si el gobierno realmente lo hace, contará con una institución muy sólida”.

Recordando su visita a las salas de Cinemateca, dijo que la sede de 18 le pareció “maravillosa”, y lamentó mucho que en México se haya perdido ese tipo de locaciones. Aventuró que si a esta sala se la equipara con un proyector digital, acompañado de un buen equipamiento, se llegaría a un muy buen nivel, siempre y cuando la continúe programando Cinemateca, que, al ser miembro de la Federación Internacional de Archivos Fílmicos, tiene acceso a muchísimos materiales a nivel mundial. “Es un terreno maravilloso. La sociedad uruguaya realmente debería luchar por ese espacio”.