El año se había comenzado a despedir con una Nochebuena en la que, según consignó Últimas Noticias, “un intenso caceroleo que se volcó a las calles” interrumpió “el clásico recogimiento familiar de la fecha”. En 18 de Julio y Duvimioso Terra, José Germán Araújo hacía una huelga de hambre desde el 18 de diciembre, en protesta por la clausura de CX 30 La Radio, desde cuyos micrófonos desafiaba a diario a los gobernantes de facto. El DC 10 Costa del Sol de Iberia aterrizó en Carrasco a las 11.25 del día siguiente a la Navidad. Una multitud colmaba la terraza del aeropuerto viejo al grito de “¡Uruguay, Uruguay!” para recibir a los niños y adolescentes, que tras descender del avión se subieron a unos ómnibus Leyland que los llevaron hasta la sede de AEBU.

Pero el traslado, que se eligió hacer por la rambla, llevó horas. “La caravana, integrada por los ómnibus y casi un centenar de vehículos, solamente podía avanzar en forma muy lenta”, ya que una multitud de “miles y miles” de personas “se abalanzaba sobre los vehículos para tocar e intentar besar a los chicos”, dice la crónica de Búsqueda (28/12/1983). Se habían juntado en Madrid y la mayoría vivía en España, pero también había niños residentes en Italia, Suecia, Holanda, Francia, Austria, la República Democrática Alemana e incluso la Unión Soviética.

“Contrariamente a lo que se había anunciado de que vendrían todos vestidos con pantalones jean y buzos blancos con una paloma estampada junto al nombre de su país, cada uno se mostró vestido con sus atuendos personales y muy deportivos por cierto”, destaca el semanario Aquí. Es que según un informe de Televisión Española que recoge testimonios dentro del propio avión, entre las condiciones que impuso la dictadura, en particular a las niñas, figuraba “el no ir vestidas de rojo, llevar un traje por debajo de las rodillas y no poder abrazarse”.

Mariela Fernández, que integró la Comisión por el Reencuentro de los Uruguayos (CRU), organizadora del viaje, contó a la diaria que “se había elegido venir por la rambla porque hacía un calor insoportable y todo Montevideo estaba en la playa”. Víctor Vaillant, por entonces militante del Partido Colorado, Silvia Ferreira, hija de Wilson Ferreira Aldunate, e Irma Pessano, la madre de la intendenta de Montevideo, Ana Olivera, fueron quienes solicitaron el permiso de las autoridades y debieron “convencerlas de que era mejor ir por esa ruta”. Pero a la salida del aeropuerto “había un vallado para desviar la caravana por Avenida Italia, y si bien desviaron los tres primeros autos, cuando llegó el auto insignia, en el que venían Vaillant, Ferreira, Pessano y Zelmar Lissardy, éstos se bajaron, dijeron que tenían autorización para ir por la rambla, tiraron las vallas, pasaron, y atrás se metieron todos los ómnibus. No pudieron pararlos”, agregó Fernández.

Los niños llegaron a Montevideo acompañados por tres parlamentarios españoles, representantes de la Cruz Roja, Amnistía Internacional, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, tres madres que no estaban requeridas por la Justicia militar y un médico. Uno de los principales impulsores del viaje fue Germán Araújo, pero como se encontraba en huelga de hambre, envió al aeropuerto a sus hijos Gabriela, de 19 años, y Diego, de 17.

Sin embargo, los jóvenes nunca llegaron a recibir el vuelo porque fueron detenidos durante cuatro horas cuando iban en un vehículo con una “leyenda” que lo identificaba con “la emisora clausurada”, según las explicaciones que dio a la prensa el coronel Washington Varela, jefe de Policía de Montevideo.

Con convicción

La iniciativa del viaje surgió a partir de un artículo de Vaillant acerca del exilio, publicado el 17 de noviembre en el semanario Convicción, en el que se desliza la idea del reencuentro con los niños. En una reunión de la organización Familiares de Exiliados que se llevó a cabo en AEBU, “leímos el texto y llamamos a Vaillant”, contó Fernández. “Él había estado en España y había hablado con Artigas Melgarejo (dirigente del Partido Socialista), que estaba exiliado allá y tenía la misma idea. Entonces decidimos formar un grupo amplio, como contraparte de lo que se podía dar en España, y así surgió la CRU”, añadió. Poco más de un mes después de la publicación del artículo, los niños hijos de exiliados y presos políticos estaban pisando territorio uruguayo. Entre medio se buscó el apoyo del gobierno de España, por entonces presidido por Felipe González, del Partido Socialista Obrero Español, quien puso a disposición de la iniciativa las aeronaves de la por entonces compañía estatal Iberia. Vale recordar que el rey Juan Carlos había visitado Uruguay en mayo de 1983 y se había reunido con representantes de todos los partidos políticos, incluido el Frente Amplio.

Después de llegar al local de AEBU, los niños fueron “entregados a algún familiar” con el que previamente se había coordinado el cuidado, la estadía y la participación en otras actividades. En AEBU “había un aparato enorme desplegado para recibirlos”, y hacía tanto calor que “los funcionarios le tiraban agua a la gente desde arriba, con mangueras”, recordó Fernández.

Marca doble

En el acto que se desarrollará hoy desde las 17.00 en la calle Camacuá, frente a la sede de AEBU, también se homenajeará a la resistencia a la dictadura de la que ese sindicato fue protagonista. La intendenta de Montevideo, Ana Olivera, colocará en la puerta del local gremial una marca de la resistencia con la leyenda “AEBU: lugar permanente de encuentro de opositores a la dictadura y activo participante en el proceso de reorganización sindical”. Después de esto, el presidente del gremio bancario, Gustavo Pérez, recibirá con un discurso a un representante de la Comisión de Conmemoración, el ex senador español Jaime Barreiro Gil, quien acompañó a los niños en 1983 y se encuentra en Uruguay con motivo del homenaje.

Los niños pasaron la fiesta de Año Nuevo en sus casas y el 3 de enero de 1984 fueron recibidos por la Federación de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua en el complejo de Camino Carrasco y Felipe Cardozo, donde se realizó una actividad con los niños y jóvenes del lugar, que culminó con un fogón. En los días siguientes tuvieron un encuentro con estudiantes, un picnic en la Rural del Prado y visitas a Maldonado y a un barrio de Montevideo. Si bien todos llegaron en el mismo vuelo, la partida se hizo en dos tandas, el 8 y el 13 de enero.

Silvana Magariños, de la Comisión de Conmemoración de los 30 años del hecho, explicó que algunos niños y adolescentes fueron de visita a los penales de Libertad y Punta de Rieles, donde estaban presos sus padres. También recibieron entradas gratuitas para ir a Cinemateca y a un partido en el estadio Centenario. Entre los que llegaron, “el más chico tenía tres años y el mayor, más o menos 17”, añadió. En el viaje estuvieron, entre otros, hijos de Melgarejo, Marina Arismendi, Lilián Celiberti y Hugo Villar. Muchos volvieron a Uruguay y viven en el país, pero según Fernández “80% de los que vinieron en ese viaje regresaron cuando terminó la dictadura, pero después se volvieron a ir del país”. No obstante, Magariños destacó que este viaje significó “el comienzo del desexilio” de los uruguayos, ya que poco después la CRU se convirtió en la organización referente “del retorno de miles de exiliados”.