La celebración del Día del Trabajador Rural fue la oportunidad elegida por la Asociación Rural del Uruguay para presentar una propuesta con la que pretenden “mejorar sustancialmente la vida” de las personas que trabajan en el rubro. El plan de los ruralistas consiste en que cada establecimiento rural de más de 50 hectáreas tenga su propio castillo, que constaría de murallas de piedra, un foso circundante lleno de agua y un puente levadizo. La edificación fortificada permitiría a los trabajadores guarecerse en caso de invasión. Según explicaron los ruralistas, “lo más importante de este sistema es que permite estrechar aún más los vínculos entre los empleados y los empleadores. Además, por supuesto, es un buen negocio para las dos partes. El propietario del establecimiento puede bajar costos y volverse más competitivo gracias a que ya no pagaría salarios y los trabajadores estarían tranquilos de que, ante una invasión, ellos y sus familias estarían protegidos dentro del castillo, a salvo de la decapitación, la violación y el pillaje”.

El pedido desesperado: “Tenemos que concretar esta iniciativa antes de que venga una nueva oleada de invasiones comunistas”. Ruralista nostálgico del siglo XXII.