Cuando llega el verano, la costa de Rocha se llena de jóvenes que nadan en sus aguas y se aprovechan abusadoramente de la oferta gastronómica del departamento. La mayoría desaparece cuando comienzan los fríos, aunque algunos optan por quedarse en la vuelta gastando poca energía, a la espera de que el calor regrese. De todos modos, pierden interés en el lugar antes de alcanzar la madurez, como puede comprobar cualquiera que visite Rocha durante el verano.

No estamos hablando de los adolescentes y jóvenes humanos que en verano arriban en masa a las costas del este, especialmente las de Rocha, sino de las carismáticas tortugas verdes (Chelonia mydas) con las que comparten la misma predilección.

Las tortugas verdes arriban a playas uruguayas durante los meses más cálidos en busca de comida y encuentran en Rocha algunos de sus lugares favoritos. El recorrido que hacen para llegar allí, sin embargo, es un poco más exigente y largo que el de los turistas rochenses.

Su extraordinario viaje comienza unos cuantos años antes a miles de kilómetros de distancia, en playas de aguas cálidas en las que se enfrentan a peligros desde que emergen de la arena (o desde antes si uno tiene en cuenta la colecta de huevos que todavía se realiza en algunos países o la predación por parte de perros u otros animales).

En sus primeros minutos a la intemperie se enfrentan no sólo a sus depredadores naturales sino también al problema de las urbanizaciones y sus luces artificiales, que pueden desviarlas de su camino rumbo al mar. Las que logran sobrevivir a esta primera etapa se dirigen a zonas de recirculación oceánica en la que se alimentan básicamente de cualquier cosa pequeña y sin capacidad de nadar, aunque aún se sabe poco sobre este período misterioso de su ciclo de vida.

Durante dos o tres años crecen gracias a esta alimentación y se aproximan al continente sudamericano, para luego ir bajando por aguas cercanas a la costa hasta llegar a estas latitudes.

Cuando arriban a nuestras costas hacen un cambio de dieta drástico. Se vuelven unas vegetarianas entusiastas que devoran las algas que encuentran en el fondo del mar y las rocas. Es en esta fase en la que podemos verlas en nuestras playas, ya sea asomando cada tanto la cabeza para respirar, varadas en la arena cuando experimentan algún problema, o, desafortunadamente, enredadas por la pesca de enmalle. En estas aguas sus amenazas principales son justamente la pesca incidental y el consumo de plástico, que a menudo les provoca la muerte al taponarles los intestinos.

Las que sobreviven a estos peligros pasan entre diez y 20 años en aguas de la costa sudamericana, alimentándose de algas, pero antes de alcanzar la madurez sexual realizan otra proeza notable: usando una especie de GPS interno en función del magnetismo de la Tierra y la ayuda de pistas químicas y olfatorias, regresan a las mismas zonas de anidación de las que salieron para reiniciar el ciclo y dar paso a una nueva generación.

Como puede apreciarse en estos párrafos, que resumen en pocas líneas un viaje que abarca muchísimos años y distancias increíbles, las tortugas verdes son notables migrantes marinas que pueden recorrer 4.000 kilómetros sin siquiera detenerse a comer, como mostró un trabajo de 2014. Este ciclo de vida tan largo y peculiar, que une puntos geográficamente tan lejanos, es todo un desafío para la conservación de la especie. Lo que pasa en las zonas de anidación incide en lo que nosotros vemos en nuestras aguas y viceversa.

Por eso es especialmente importante entender el origen de las tortugas verdes que llegan a aguas uruguayas. No basta con preocuparse de lo que ocurra aquí con ellas e ignorar de dónde vienen y adónde van. Como treparse a su caparazón para cruzar con ellas el Atlántico no es una opción ni existen rastreadores satelitales capaces de resistir las décadas que abarcan su ciclo de vida, es necesario recurrir a otro tipo de viaje: la genética.

Amo esta isla

Hasta ahora, la información que teníamos sobre el origen de las tortugas verdes llegó gracias a una colección de muestras tomadas entre 2003 y 2005 por los integrantes de Karumbé, organización dedicada a la conservación de tortugas marinas. Más precisamente, gracias al trabajo que lideró la bióloga María Noel Caraccio para su tesis de maestría, que tomó como base esos muestreos.

Para entender de dónde venían las tortugas que visitan nuestras costas, María Noel realizó un análisis de ADN de las muestras uruguayas y las comparó con los perfiles genéticos hechos en distintas colonias de anidación en el Atlántico sur y el Caribe. Las tortugas también colaboran con lo suyo en este asunto. Como son muy fieles a su lugar de anidación –el término preciso es que son filopátricas–, al llegar a la adultez vuelven a su playa de nacimiento para desovar en la arena y facilitan así la tarea de tomarles muestras y aportar datos sobre la identidad genética de su colonia.

Con esa información, puede establecerse una relación entre las tortugas que vemos aquí y las de las distintas colonias muestreadas. Eso es lo que hizo la tesis de maestría de María Noel, de 2008, que concluyó que la principal fuente de las tortugas verdes que llegan a Uruguay es Ascensión, una islita en el medio del océano Atlántico a 5.000 kilómetros de distancia de Uruguay.

Integrantes de Karumbé en muestreo de tortugas verdes, 2022.

Integrantes de Karumbé en muestreo de tortugas verdes, 2022.

Foto: Leo Lagos

Ascensión es un territorio peculiar en manos de Reino Unido, una masa volcánica cuyo primer habitante conocido fue el marino holandés Leendert Hasenbosch, abandonado allí hace 300 años como castigo por ser homosexual. Los verdaderos residentes –ya que sus 800 habitantes humanos son considerados “visitantes temporales” por Reino Unido– son las tortugas, de las que el propio Leendert se sirvió para sobrevivir un tiempo.

El trabajo de María Noel calculaba que más de 70% de las tortugas verdes de las costas uruguayas llegaban de allí, aunque también encontró aportes de Guinea Bissau, la isla Trindade, en Brasil, y Surinam, entre otras localidades, prueba de la imponente resistencia de estas nadadoras excepcionales.

Bastante agua corrió desde entonces, la suficiente como para ampliar y actualizar ese trabajo inicial, que además no estaba publicado en una revista científica. Karumbé colectó nuevas muestras y se sumaron también otros trabajos genéticos adicionales en varias colonias de anidación. La publicación de estos datos era necesaria no sólo para Uruguay y los países vecinos. Era de interés particular para un grupo de investigadoras de la isla Ascensión, ya que disponer de información de sólo una parte del ciclo de vida de estas tortugas tiene tan poco sentido como contar una historia obviando el final o el principio.

Como María Noel Caraccio ya había enfilado hacia otros rumbos e intereses, la impulsora del nuevo trabajo fue la bióloga argentina Laura Prosdocimi, que además de integrar el Laboratorio de Ecología, Comportamiento y Mamíferos Marinos del Museo Argentino de Ciencias Naturales también es parte de Karumbé y de la RED-ASO Tortugas Marinas, que nuclea a organizaciones, investigadores y conservacionistas vinculados a estos reptiles en el Atlántico sur occidental. Laura ya había participado en una investigación similar en nuestro país con tortugas de siete quillas.

El resultado de su nuevo trabajo acaba de ser publicado en un artículo que firmó junto con investigadoras de orígenes tan diversos como las tortugas que llegan a las costas sudamericanas: Sibelle Torres, del Centro de Genómica e Investigación de Biodiversidad de Berlín (Alemania) y el Instituto de Tecnología Vale (Brasil); Eugenia Naro, de la Universidad de Nueva York; la mencionada María Noel Caraccio; Ángela Formia, de la Universidad de Florencia (Italia), y Gabriela Vélez Rubio, de Karumbé e investigadora de la Facultad de Ciencias y del Centro Universitario Regional del Este de la Universidad de la República.

Para muestra, un caparazón

Las investigadoras analizaron en total 201 muestras de ADN mitocondrial (el que se transmite por línea materna) de tortugas verdes halladas a lo largo de nuestras costas en los períodos 2003-2005 y 2009-2014. Los primeros resultados mostraron que no hay diferencias genéticas entre las tortugas que aparecen en la zona estuarina interna (de Montevideo a Nueva Palmira), la zona estuarina externa (de Montevideo a Punta del Este) y la zona oceánica, de Punta del Este a Barra del Chuy.

“Hicimos también una comparación con todas las zonas de alimentación ya descriptas en el Atlántico sur occidental y vimos que tampoco hay grandes diferencias allí: lo que dio en Uruguay es lo mismo que da en Argentina y el sur de Brasil, porque básicamente son las mismas tortugas que van y vienen, y que se encuentran en las mismas fases”, explica Laura desde Buenos Aires. Sí encontraron diferencias significativas con las zonas de alimentación del Atlántico norte.

Luego, las investigadoras compararon los haplotipos –variantes genómicas que se heredan juntas y que están próximas en un cromosoma– encontrados en las muestras uruguayas con los de 16 colonias anidadoras consideradas como posibles fuentes de las tortugas uruguayas, la mayoría ubicadas en el Atlántico sur y el Caribe. Con ayuda de modelos estadísticos, hicieron una suerte de “prueba de pasaporte” a las tortugas para determinar sus orígenes.

“Las colonias anidadoras tienen características de frecuencias haplotípicas que difieren entre sí. Las de Ascensión no son iguales a la de la isla Trindade en Brasil o la isla de Aves en el Caribe. Esas características, que las hacen únicas, son las que usamos para comparar nuestros resultados. Que tengan tanto porcentaje de este haplotipo y tanto de otro, por ejemplo, es lo que nos permite concluir de dónde vienen”, agrega Laura.

El nuevo trabajo confirmó que la isla Ascensión sigue siendo la principal fuente de las tortugas verdes que aparecen en Uruguay, con un porcentaje estimado de entre 43% y 47%. Luego sigue Guinea Bissau, en África, con un 36-37%, la isla Trindade, en Brasil, con un porcentaje de entre 6% y 9%, y después contribuciones menores de las colonias de Guadalupe, Surinam y la Guyana francesa.

Sitios de anidación (triángulos) y de alimentación (círculos). Tomado de Prosdocimi et al 2024.

Sitios de anidación (triángulos) y de alimentación (círculos). Tomado de Prosdocimi et al 2024.

Tanto Laura Prosdocimi como Gabriela Vélez Rubio aclaran que se trata de porcentajes estimados y que podrían variar si mejorara la información, tanto la local como la de los lugares de origen. Por ejemplo, no hay muestreos publicados de la isla de Aves, que es probablemente otra fuente de tortugas para la región.

Además, lo ideal para afinar mejor los datos sería contar con información genética completa y no sólo el ADN transmitido por línea materna. “En eso estamos atadas de manos al tipo de marcadores genéticos que usaron en los trabajos de las colonias ya publicados”, señala Laura.

Para Gabriela, por ejemplo, llama la atención que no haya más ejemplares de la isla brasileña Trindade, que es la que está más cerca. Allí puede estar operando un sesgo por el muestreo, que es mucho menor en esa isla que en Ascensión. “Lo que es claro es que el principal ‘donador’ sigue siendo Ascensión”, resume Gabriela.

Lo que pasa en Ascensión no queda en Ascensión

Por qué la mayoría de las tortugas de Uruguay llega desde un remoto territorio en medio del Atlántico quizá no sea tan enigmático. Para empezar, el número de hembras anidadoras es mucho mayor allí que en la más cercana isla Trindade o en Guinea Bissau. Pero la respuesta quizá haya que buscarla en la influencia de las corrientes.

“Esas tortugas comienzan a llegar al Río de la Plata en una fase juvenil en la que tienen un desplazamiento más pasivo, más dependiente de las corrientes”, comenta Laura. Cuando llegan al continente desde Ascensión quedan a merced de las corrientes de plataforma derivadas de la corriente de Brasil, que las ayuda a llegar hasta zonas próximas al Río de la Plata.

“Entran en juego también otras cosas, como el hecho de que Ascensión esté protegida hace muchísimo más tiempo”, dice Gabriela. Se trata de un punto militar en el que no hay gran influencia pesquera ni depredación o saqueo de huevos. “Tanto Ascensión como Trindade y la isla de Aves son áreas de anidación bastante preservadas con respecto a otras zonas costeras”, agrega Laura.

A esto hay que sumarle también la propia historia de vida de estos animales antiquísimos. “Ascensión ha sido históricamente una zona de anidación y reproducción para las tortugas. Puede haber muchos motivos por los que la prefieran desde hace miles de años, como las particularidades de la costa, la granulometría”, cuenta Laura.

Según los resultados de este trabajo, otro aporte importante de las tortugas que aparecen en Uruguay es la costa de Poilão, en Guinea Bissau, donde la situación es distinta. “Las colonias anidadoras de Guinea no tienen la suerte de Ascensión. Son lugares que viven una realidad social bastante particular y donde se sigue comiendo tortuga”, explica Laura.

Pese a esta realidad dispar, la situación de las tortugas verdes en el Atlántico sur parece haber mejorado si uno se guía por la evaluación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que recientemente rebajó la categoría de la especie en esta región a “menor preocupación” (LC) debido a los buenos números de las colonias de anidación. Pero no todos los investigadores están de acuerdo con esta decisión. Es ahí, justamente, donde la conexión entre lo que pasa en nuestras aguas y lo que ocurre en colonias lejanas como Ascensión o Guinea Bissau adquiere más trascendencia.

Héroes de medio caparazón

“Soy un poco crítica de esas evaluaciones de la UICN, porque para ver el estatus de estos animales tienen en cuenta sólo parte de su historia de vida, que es la relacionada con las poblaciones anidadoras. Pero los parámetros de su sistema de evaluación no tienen en cuenta las características de especies longevas y altamente migratorias como las tortugas verdes”, argumentan Laura y Gabriela.

Por lo tanto, no consideran integralmente el impacto y los problemas que sufren las tortugas en zonas de alimentación como Uruguay, donde se ven amenazadas por la pesca incidental y la ingesta de plásticos, entre otros factores. “Sí, en la isla Ascensión ahora salen muchas más tortugas a anidar, pero no se está midiendo la tasa de mortalidad que están teniendo en las zonas de alimentación y por lo tanto no es posible saber cómo va a impactar eso dentro de 20 años en la isla. Es un problema, porque te lleva a pensar que la situación es de preocupación menor, cuando en realidad la especie está analizada de forma parcial”, agrega.

Un trabajo realizado en 2020 por investigadores brasileños advertía justamente sobre las altas tasas de mortalidad y varamientos de las tortugas verdes juveniles en nuestra zona del Atlántico, pese a la decisión de la UICN de rebajar su estatus de conservación. El estudio contabilizó en esta región 11.623 tortugas verdes varadas en sólo dos años.

En ese sentido, el trabajo de Laura, Gabriela y colegas es un gran aporte “porque sigue demostrando que las tortugas presentes, tanto en Uruguay como en Argentina y en el sur de Brasil, provienen principalmente de la isla Ascensión y de colonias anidadoras africanas, y que el impacto de lo que nosotros hacemos acá se va a sentir allá”, resume Laura.

Por eso mismo las investigadoras apuntan ahora a hilar más fino en la información de la que disponemos en las zonas de alimentación. “Estos resultados ponen de vuelta sobre la mesa que hay que hacer más estudios. Por ejemplo, junto a Karumbé estamos tratando de estimar la densidad de esta especie en las zonas de alimentación. Eso es algo que está llevando a cabo Natalia Teryda para su tesis de doctorado, usando drones en censos aéreos en Cerro Verde”, cuenta Laura.

Luego de calcular cuántas tortugas pueden estar llegando a nuestras costas, el siguiente paso lógico es hacer un estimativo de cuántas mueren por la pesca incidental u otras amenazas. “¿Ese número es significativo o no? ¿Es para prender una alerta o no? ¿Es para implementar medidas de mitigación a nivel gubernamental o no? ¿Cuántos futuros animales reproductores estamos sacando a las colonias de anidación? Todo eso hay que tenerlo en cuenta para hacer las evaluaciones de amenaza”, dice Laura.

En esta línea, el trabajo representa una responsabilidad para Uruguay. “Estos estudios tienen implicancias significantes de conservación al demostrar la probabilidad de que las amenazas en esta región impacten en sitios conectados y viceversa. A la luz del estatus de conservación de esta especie, estas conexiones resaltan la necesidad de tener regulaciones ambientales a lo largo de sus hábitats, incluyendo áreas protegidas. También es claro que la posesión de ese tipo de áreas constituye una gran responsabilidad para los países que reciben en sus costas a tortugas de diferentes partes del planeta”, escriben las investigadoras en el artículo .

El estudio, por lo tanto, “respalda la inclusión de nuevas áreas protegidas –actualmente en discusión– que incluyan los hábitats de las tortugas verdes en el país”, así como otras medidas. “No sólo protegerán este característico grupo de tortugas verdes juveniles, sino también mantendrán los ecosistemas y tramas tróficas relacionadas”, agrega.

Tanto Argentina como Brasil tienen planes de acción nacional para la protección de tortugas. Para Laura, los resultados de este trabajo le dan herramientas a Uruguay para concretar finalmente algo similar, ya que a partir de una iniciativa así se podrían empezar a pensar estrategias de conservación específicas.

Gabriela tiene claro que las áreas protegidas son útiles para algunos objetivos pero no solucionan todos los problemas que amenazan a las tortugas verdes y otros animales marinos. Eso implica dos desafíos nada sencillos en Uruguay y en cualquier parte del mundo: mejorar los planes de gestión de residuos plásticos y buscar soluciones para mitigar los impactos de la pesca artesanal, que es el mayor problema costero tanto en nuestra región como en los países africanos.

“Muchos de nosotros también participamos en ámbitos de gestión intentando colaborar y ayudar, pero tiene que ser un ida y vuelta. Que se tenga en cuenta la investigación, pero que sirva para la gestión. Es decir, colaborar y dialogar más entre gestión y ciencia, que al final es lo más difícil”, concluye Gabriela. Parece complicado, pero seguro no tanto como cruzar el océano Atlántico y esquivar sus amenazas en un extenso y extraordinario viaje que se ha vuelto mucho más peligroso en los últimos siglos.

Artículo: Genetic composition of green sea turtles (Chelonia mydas) at coastal feeding areas of Uruguay
Publicación: Amphibian and reptile science (abril de 2024)
Autores: Laura Prosdocimi, Sibelle Torres, Eugenia Naro, María Noel Caraccio, Angela Formia y Gabriela Vélez Rubio.