El 25 de agosto de 1925, cuando se cumplían 100 años de la declaratoria de independencia de Uruguay, el diario El Día anunciaba: “Hoy se inaugura nuestro magnífico Palacio Legislativo. Un soberbio exponente de arte, de grandiosidad y de riqueza”.

La noticia, que es recogida en el libro El Palacio de la Aguada, escrito por la arquitecta Gisella Carlomagno, también señalaba: “El Palacio es obra del Partido Colorado frente a una tenaz y continuada oposición oribista”. Al momento en que comenzaba a planificarse el edificio, los políticos de la oposición argumentaban que se reclamaba el “gasto” de “tres o cuatro millones” para la construcción de un palacio en un país “modesto” y “chico”. Y cuestionaban que, si se llegaba a duplicar esa cantidad inicial, pasaba a ser “un acto verdaderamente escandaloso”. Según consta en el libro Historia del Palacio Legislativo de Montevideo, de Luis Bausero, la inversión inicial asignada en 1908 para la construcción fue de dos millones y medio de pesos.

Más allá de la opinión de los actores políticos, arquitectos e ingenieros de la época se manifestaron conformes con la obra diseñada en 1904 por el arquitecto Vittorio Meano (1860-1904) y llevada adelante por el arquitecto Gaetano Moretti (1860-1938).

“Mi impresión puedo dársela en pocas palabras... Esto es sencillamente magnífico”, opinaba el ingeniero Luis Andreoni, quien, entre otras cosas, proyectó la antigua estación de AFE. Por su parte, el arquitecto Juan Scasso, creador del estadio Centenario, planteaba: “Es una obra de arquitectura noble y refinada”. Sostenía que los “elementos ornamentales” estaban dispuestos de manera que “el sentimiento y la ciencia del arquitecto han operado milagros de gracia y de belleza”.

Las discusiones y acuerdos sobre la construcción del Palacio comenzaron a plantearse a principios de siglo: el llamado a concurso se hizo en 1903, la piedra fundamental se colocó en 1906 y en 1908 se iniciaron las obras. Llevó 17 años darle forma al actual edificio, ubicado en Avenida de las Leyes.

“Hubo una puja política importante”, dijo a la diaria el arquitecto William Rey, integrante de la Comisión Honoraria para la conmemoración de los 100 años de la inauguración del Palacio Legislativo. Puja con relación a su construcción y ubicación. El proyecto fue mudado dentro del mismo barrio y le fueron cambiando la orientación a las fachadas, hasta que se resolvió construirlo en el remate de una gran avenida. “Pasó el tiempo y hoy se trata de un edificio que es asiento de la democracia. Representa el más puro sentido democrático porque contiene todas las opiniones y los partidos políticos. Es un lugar de pluralidad”, valoró Rey.

Además de considerarlo “un monumento de una república democrática”, el arquitecto, que dirige la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación, sostuvo que la riqueza del Palacio está dada por su valor patrimonial, donde se integran “artesanía, arte y arquitectura”. “Es un edificio que tiene enorme valor. Hablar del Palacio Legislativo implica necesariamente vincular arquitectura y producción artística, porque tiene una variedad enorme de manifestaciones: vitrales, esculturas de mármol, pintura incorporada al muro, esgrafiado, herrería y carpintería”.

Regalos de cumpleaños

El plan estratégico de actuación para la recuperación, puesta en valor y difusión patrimonial del Palacio Legislativo, en el que está trabajando la comisión honoraria, contempla seis áreas: urbana, edilicia, histórica, artística, comunicacional y de gestión. Los ítems a abordar son muy amplios, y van desde mejorar la accesibilidad, limpieza de vitrales y puesta a punto de mármoles y granitos, hasta la creación de un museo y rediseño del entorno urbano.

Rey opinó que se le pueden hacer varios regalos al Palacio para celebrar sus 100 años. El más importante es la elaboración de un masterplan que oriente “hacia dónde va el edificio y de qué manera debe crecer”. Otro obsequio apropiado sería designar la figura de “un conservador con suficiente experiencia” para “darle a esa persona la autoridad que tiene que tener y que no exista la posibilidad de que nadie le diga ‘yo pongo la plantita arriba de la carpintería porque me gusta ahí, o clavo lo que quiero en la pared’”.

Sobre la utilización de los despachos, el arquitecto remarcó: “Son despachos en tránsito. Es lo que se tiene que entender”. Si no se comprende que los políticos pasan y el Palacio queda, pero se cuenta con una figura responsable de la conservación, no habrá lugar para que “haya oposición de diputados, senadores o del presidente de la República que discuta en materia de conservación y restauración”.

Asimismo, Rey manifestó tranquilidad al señalar que en los últimos años se ha trabajado en el mantenimiento de manera más planificada, y consideró que se tiene que continuar en esa línea. “Poco a poco se ha ido perdiendo la idea de que los legisladores son dueños de los despachos y entendieron que hay muchas cosas que no pueden hacer”, valoró.

Reconoció que el Palacio llega a su centenario con cambios en la estructura que son inevitables, que deben ser incorporados de la mejor manera, cuidando un edificio que desde la década del 70 es monumento histórico nacional. Ejemplo de ello es la fibra óptica, el uso de aires acondicionados, los nuevos materiales eléctricos o de iluminación.

El arquitecto también se refirió a la necesidad de crecimiento, tema al que ya han hecho mención algunos políticos el último año. Si bien el Palacio cuenta con un anexo, el edificio José Artigas, el espacio no es suficiente.

Rey explicó que existe superposición de actividades, por lo que la edificación principal debería concentrar la vida legislativa, es decir, las sesiones de senadores y diputados. A su vez, debería permanecer allí la biblioteca, que calificó como “posiblemente la segunda gran biblioteca del país”. Destacó la importancia de mantenerla en su lugar porque “el conocimiento es calificador por naturaleza, y que el conocimiento tenga un espacio dentro del edificio es importante, además de ser un espacio fundamental de acceso de la ciudadanía al Palacio”. Los espacios anexos podrían destinarse a actividades administrativas o eventos con público externo.

Consultado sobre las alternativas de crecimiento, Rey señaló que una opción es la construcción de un nuevo anexo, de manera que quedara un edificio con dos cuerpos anexos simétricos. También se puede pensar en el uso de edificaciones ya existentes como, por ejemplo, la antigua Tienda Soler (sobre Agraciada), o en la expropiación de otra construcción de la zona. “Hay que asumir que es necesaria una ampliación del Palacio, que es una inversión importante que el país tiene que hacer”, resumió.

Finalmente, Rey planteó que otro buen regalo para el Palacio sería tener un “plan de desafección del tránsito pesado en el entorno”. Al respecto, el plan establece que se buscará limitar el tránsito vehicular en la proximidad, con el fin de “potenciar un tránsito más lento, privilegiando al peatón frente al automóvil”. Y propone el diseño de un marco urbano paisajístico integral en los espacios del entorno, que potenciará “las visuales hacia el Palacio, fundamentalmente desde el punto de vista del peatón”. Son todas acciones que tienden a valorar la sede del Parlamento como un gran monumento, tal como fue concebido. Que ilustra cómo, en la época en que fue construido, se comprendía la democracia, la que hay que cuidar siempre, al igual que el Palacio.

Museo oculto

“El Palacio Legislativo tiene, posiblemente, la tercera colección artística más importante de nuestro país. La primera está en el Museo Nacional de Artes Visuales, la segunda en el Blanes y la tercera gran colección pública seguramente sea la que cuenta el Palacio Legislativo”, dijo el director de la Comisión Nacional de Patrimonio, William Rey.

Hay pinturas de Juan Manuel Blanes, Manuel Rosé, Pedro Figari, Amalia Nieto, Rafael Barradas y José Cúneo, entre otros artistas. Muchas obras fueron premiadas en salones nacionales y por eso hoy forman parte del acervo.

El plan estratégico de actuación para conservar el Palacio Legislativo propone la creación de un museo que reciba visitantes, donde se den a conocer las obras de artes y se profundice sobre todo lo relacionado con la historia, lo cual persigue un doble objetivo: “Por un lado, se preserva el relato histórico, cultural, social y edilicio del bien, y por el otro se contribuye a la difusión en tanto patrimonio de todos, sensibilizando y enseñando contenidos y circunstancias”.