Un tipo turbado, que por tomar malas decisiones perdió el control de su vida y que en esa pérdida de rumbo se llevó a la muerte a alguien. Un tipo que le quitó el valor a la vida, a quien ya no le importa ni la suya ni la de los demás, que disfruta del dolor ajeno. Un tipo al que decepcionaron, excluyeron. Este es el personaje creado por Dillom en su último disco.

El álbum conceptual se hizo desear: dos años de preparación. El primero, Post mortem, había salido en 2021, y desde ahí el músico argentino de 23 años publicó el sencillo “Ola de suicidios”, el EP Ad honorem, Vol.1 y algunas colaboraciones con otros músicos, pero fuera de eso no había ninguna pista de lo que terminó apareciendo el 26 de abril. Dillom no hizo ningún adelanto del álbum, y eso es una rareza en estos tiempos. Tampoco hubo promoción: el nombre del disco se conoció apenas cuatro días antes del lanzamiento por una publicación en su cuenta de Instagram.

Dylan León Masa –su nombre real– es conocido por crear productos transgresores. Este álbum tiene algo de eso, aunque no se puede comparar con lo que ha hecho hasta ahora. No obstante, su sonido y su identidad están allí.

En “Últimamente”, el tema que abre, canta sobre un incidente que definiría el rumbo de su vida: “Ni a mi peor enemigo/ le deseo la sensación/ de ver la vida dependiendo de una mala decisión”. En la gira mediática que viene haciendo desde el lanzamiento, Dillom dijo que la obra trata sobre una vida paralela que hubiese tenido de haber tomado otras decisiones. Con licencias creativas, por supuesto, y toques de ficción, pero con algunos detalles autobiográficos como la complicada relación que tuvo con su madre en la infancia y adolescencia. Esta canción, que empieza con unos acordes de bajo, funciona como una presentación de lo que vendrá.

Si bien siempre hubo oscuridad en sus canciones, hay una evolución vocal y musical que le permitió a Dillom crear matices y dibujar una línea entre el bien y el mal. En “La novia de mi amigo” la voz del comienzo suena aniñada, hasta que finalmente se transforma en la de siempre. Y la voz que se incorpora, la del músico Juan López, funciona como la del amigo al que le están robando la novia.

Se puede definir a “Cirugía” como el principio del fin, quizá. Una canción más pop, y también la más escuchada del álbum. Aunque el personaje habla del amor por una chica, en realidad se acerca más a “Every breath you take”, de The Police, por lo del acoso y la obsesión. Los coros y los solos de guitarra rockeros aumentan la intensidad del tema.

En este álbum, Dillom abandona en parte los sonidos digitales que tenían gran presencia en Post mortem y se acerca más a la creación musical a partir de instrumentos. Grabó con los músicos que lo acompañan en sus shows, que ya funcionan como una banda en sí misma: el metalero Gringo666 en la guitarra, Nacho Haye en la batería y Franco Dolzzani en el bajo y teclados.

Para “Mi peor enemigo” reclutó a Andrés Calamaro. En un inicio con tintes de jazz, el Salmón canta “me paso toda la noche caminando en zigzag/ tengo ese sinsabor que tiene un plato sin sal/ la vida pasa rápido, puta, tic tac/ no hay ná bueno en lo malo, me cago en el yin yang”. Calamaro se adapta al estilo de composición de Dillom y entra perfecto, como si fuera una canción propia. El enemigo del que hablaba en la primera canción es él mismo, y Dillom canta sobre una vida sin sentido ni propósito. Calamaro rapea “trapo, rejilla, al horno, a la parrilla/ soy tu trapo de piso, tu bar de la esquina/ adonde derrapa tu banquina”.

El interludio “(Mentiras piadosas)” lo canta Broke Carrey, amigo del artista e integrante de la RIPGang, como Dillom. Con un guiño a las canciones del músico nipo-australiano Joji, Carrey es como la voz de la conciencia. Funciona también como una voz externa la aparición de Lali en “La carie”, y es otro adelanto del trágico final. Lo que canta Lali –única contribuyente femenina– es la primera estrofa de “Plegaria desvelada”, de María Elena Walsh. Dillom, entre notas de piano de película de terror, canta sobre cómo disfruta de la desgracia ajena.

En “Buenos tiempos”, una canción rockera, con sonidos graves, guitarra y batería veloz, el personaje empieza a consumir drogas, tiene una vida acelerada y conoce a una chica que también consume. Es puro estilo Dillom, que roza lo cancelable, el humor y el horrorcore: “Siempre ando anestesiado y sin ir al dentista/ después de cuatro clonas, flasho que soy budista/ si la poli pregunta, soy autista”. La canción tiene dos samples: “Mercy”, de Kanye West, y “Make Some Noise”, de los Beastie Boys.

El siguiente track, “Muñecas”, es lisa y llanamente la descripción de un femicidio. Dillom se metió en la cabeza de un femicida y desde el principio su personaje muestra una obsesión enfermiza con una chica que conoció, y habla de ella como una posesión, un objeto sexual, y no como una persona. La canción hace referencia a “Hola”, de Miranda!, cuando canta “Hey baby/ quiero conocerte, cambiarías un poquito de mi suerte”. Cuando retoma más adelante con “¿querías conocerme?, vos seguime la corriente/ voy a llevarte a lo profundo de mi mente”, la frase simpática y romántica se torna en una amenaza oscura.

Dillom y su equipo habían dicho que al álbum no le iba a ir bien comercialmente, porque es una obra compleja. Es necesario escuchar “Muñecas” en su contexto. Por cesárea es una obra para escuchar completa, en una época en la que quizá resulte necesario repetir que un álbum es para escuchar completo y en orden. Por otro lado, al disco le fue bien: en sólo 12 días debutó en el puesto 9 a nivel global en Spotify, y está en el top 3 de Argentina.

En bajada

“Irreversible” es un interludio cargado de ansiedad, adrenalina y persecución. También es un descanso de lo que acabamos de escuchar en “Muñecas”. Dicho sea de paso, Dillom habló de la semejanza de esta con “Kim”, de Eminem, que también rapea sobre un femicidio. La diferencia está en que Eminem usó el nombre de su entonces pareja Kim Scott, lo que resulta más desconcertante aún.

“Coyote” continúa a “Irreversible”: la adrenalina hace que el personaje escape de lo que hizo. En esta canción punk –el amor de Dillom por los Ramones es evidente– se siente perseguido por gente que ni conoce. A esa persecución le sigue “Reiki y yoga”, que empieza así: “Los rivo y clona son mi reiki y yoga/ necesito que alguien me tire una soga”. La voz avisa que está por hacer “algo horrible”: no se quiere enfrentar a lo que hizo y necesita encontrar algo o alguien para no sentirse culpable. Una canción con coros, campanas, en la que el rapero que desafinaba en las primeras canciones adquiere una voz limpia, prolija, segura y agradable.

La última es “Ciudad de la paz”, un final que amerita ser escuchado (no contado). Tiene tintes pop rock y se siente como si estuviese sobrevolando una urbe. La evolución vocal es más que evidente, y deja muchas incógnitas y expectativas sobre cómo será la presentación en vivo de este álbum, que gratifica a nivel musical.

Dillom hizo una obra difícil de olvidar, y es improbable que quede en lo efímero de las redes sociales y el recorte. Ya no se duda de este artista, que se dio a conocer con la polémica sesión con Bizarrap, y que despertó muchas críticas. Ahora, cada vez que Dillom saca algo, todos están atentos, aunque todavía siga con la misma esencia de aquella sesión. Él mismo dijo hace unos días que sigue siendo muy under para el mainstream y muy mainstream para el under.

Por cesárea. Bohemian Groove Corp, 2024. En plataformas.