Con una poderosísima poética, Marosa di Giorgio engendró un imaginario sensorial cargado de mitología, erotismo y trascendencia. “Me gusta el teatro, por eso escenifico”, decía poco antes de morir, y agregaba: “Al recitar los poemas es como si recién los estuviera construyendo”. El lunes a las 19.00 comenzará la 42ª Feria Internacional del Libro (FIL) de Montevideo, con Cuba como país invitado de honor y una variada programación (entre las primeras actividades, el martes a las 18.00 habrá un conversatorio sobre traducción y creación poética entre Ida Vitale y la reconocida editora, traductora y crítica neoyorquina Valerie Miles), que reivindicará la literatura como acontecimiento: además del tradicional cruce de escritores nacionales y extranjeros, plaza de ventas, presentaciones, charlas y conferencias, este año la FIL sorprenderá a sus habitués con un nuevo espacio llamado Marosa, ubicado en el amplio balcón del primer piso, donde se presentarán el Festival de Escrituras Contemporáneas y distintas propuestas que apuntan a incorporar “matices que excedan lo coyuntural del mercado”, y un escenario por el que circularán 150 autores durante dos semanas, adelantó a la diaria su curador, Gabriel Peveroni.

En este espacio se intentó incluir a los sectores editoriales que antes quedaban por fuera de la FIL, y fortalecer a aquellos que antes eran marginales, como la poesía y el relato gráfico. Todo comenzó el año pasado, cuando la Cámara Uruguaya del Libro (CUL) y la Intendencia de Montevideo (IM) organizaron el desembarco de Montevideo como ciudad invitada de la Feria del Libro de Buenos Aires. “Esa experiencia decantó”, cuenta Peveroni, “y tanto la IM como la CUL buscaron un modo de aprovecharla e impulsar esta edición 42 en conjunto”. Por eso, hay líneas que se mantienen: “El homenaje a [Mario] Levrero ahora se reconfiguró en unas jornadas. Y habrá un guiño a esa actividad: abriremos el escenario del espacio Marosa con un día dedicado a Levrero, en el que estarán Alicia Hoppe y Juan Ignacio Fernández, habrá un conversatorio entre Pablo Casacuberta y Felipe Polleri, y se presentará el libro Maldito Levrero [de Jerome Vonk]”, entre varias actividades que incluyen un recital de Fabián Severo y Ernesto Díaz.

Plantea que esto marca una ausencia de la FIL y apunta a tematizarla. Por eso, cruzarán el homenaje a la poesía (junto a Ediciones de Uno), a Levrero y lo alternativo a partir de Marosa, entendida como una poeta alternativa desde el punto de vista estético y vital.

Marosa en llamas

A 15 años de su fallecimiento, el domingo 6 a las 19.00 se presentará el libro-álbum Marosa, en el que las investigadoras Alicia Torres y Ana Inés Larre Borges se propusieron abordar a Marosa y a su leyenda de un modo original, aportando “algo nuevo cuando ya parecía que todo había sido revelado”. Decidieron asumir este desafío concibiendo el álbum como un espacio plural y fragmentario que “albergara fotos, entrevistas, cartas, manuscritos, microensayos, anécdotas, la evocación de amigos, poetas, escritores, críticos, y una selección de textos de Marosa”, convencidas de que “nadie puede decir a Marosa como ella se dice: la infancia, las quintas y el jardín mágico, el amor de sus padres y los abuelos, la hermana, los ángeles”, contó Torres a la diaria.

Por eso, y casi sin que se dieran cuenta, fueron seleccionando fragmentos dispersos de su obra, componiendo un collage organizado temáticamente; “una forma respetuosa y admirada de reescritura”. A partir de este nuevo relato, el diseñador del libro, Pablo Uribe, “decidió, con audacia, que estos sectores se imprimieran en magenta sobre rosa, colores marosianos para pintar –par elle-même– sus papeles salvajes. El blanco y negro es para nuestras voces y las de los invitados”.

Así fue que las críticas indagaron zonas poco exploradas: “Buscamos a Marosa antes de Marosa en los poemas adolescentes que quiso quemar; en la joven que soñaba con ser actriz de cine, que integró un grupo de teatro en Salto, durante años, y llegó a participar en una treintena de obras; en la cronista de sociales en Tribuna Salteña. Releímos sus primeros libros desde otro lugar y dimos cuenta de ellos de distintas formas; descubrimos al par de editoras que –en Venezuela– publicaron esos libros”. Cuenta que la visitaron en el Sorocabana y en el Mincho, “escenarios donde reinó con timidez y donde fue retratada por distintos fotógrafos. Asistimos a sus memorables recitales en el underground porteño y en otras ciudades del mundo. Indagamos a sus mentores. Leímos cartas que hablan de su relación con otras poetas y con el medio intelectual. Transitamos su amistad con otra gran poeta, Concepción Silva Bélinzon; descubrimos sus afinidades con la escritora María de Montserrat; escuchamos a Amanda Berenguer buscar la voz de Marosa. Entrevemos a algunos de sus festejantes, y alzamos el velo de una historia prohibida, la de Mario, su amor imposible”.

Torres indica que, desde su propuesta, Uribe privilegió con “delicadeza y elegancia” las fotografías familiares, casi todas pertenecientes al archivo custodiado por Nidia (su hermana, cómplice y albacea). “El álbum celebra a una querida e inmensa poeta”, dice, esperando que “los lectores lo disfruten tanto como nosotras disfrutamos al hacerlo. Y ojalá ayude a propagar su obra”.

Apoyo conceptual

“La intención es que esta expansión y crecimiento continúen”, proyecta el curador, convencido de que una de las apuestas más sólidas será el Festival de Escrituras Contemporáneas, organizado por la IM y la CUL, para el que llegarán cuatro escritoras: Fernanda Trías (que si bien es uruguaya vive en Colombia), Alejandra Costamagna (Chile), Cristina Morales (España, joven ganadora del premio Herralde y uno de los grandes sucesos de la literatura contemporánea) y María Moreno (Argentina), visibilizando la escritura y la edición de mujeres. Con este festival se proponen incorporar matices que excedan lo coyuntural del mercado, “más allá de las novedades y la agenda, pensados desde lo literario y en defensa de los autores. No es sólo el mercado y la industria, también están integrados los autores. Y el escenario del espacio Marosa estará dedicado a ellos (contará con 150 autores durante dos semanas, desde dramaturgos a raperos)”, impulsando lo contemporáneo. El viernes 4, por ejemplo, estará dedicado a El Camino de los Perros: “Habilitamos espacios para acontecimientos que son muy importantes a nivel cultural y social. Y no sólo está bueno difundir esta gran experiencia de El Camino de los Perros, sino que además pueda tomar por asalto el escenario”.

Entre las demás propuestas, habrá un stand en colaboración entre la IM, la Biblioteca del Parlamento y Linardi y Risso, con curaduría de Gerardo Caetano y Gabriel Quirici, en el que se expondrá el libro del bicentenario, las constituciones, libros políticos e históricos (por ejemplo, una primera edición de El capital, y “ejemplares de un valor testimonial e histórico interesante, que también se enmarca en los 90 años de la biblioteca del Palacio Legislativo”). Por otra parte, se exhibirán objetos y manuscritos de Levrero y Marosa, habrá un homenaje a Ediciones de Uno y una muestra de la Fundación Benedetti.

Foto: Mariana Greif.

Foto: Mariana Greif.

Las presentaciones de libros serán en las habituales tres salas municipales (azul, roja y dorada), ya que en el espacio Marosa los autores conversarán sobre determinadas temáticas, explorando variantes en torno al acontecimiento literario. “Por ejemplo, convoqué a Ramiro Sanchiz para que modere una mesa que se llamará Mil páginas, un homenaje a cuatro escritores que, en los últimos años, publicaron novelas muy voluminosas y buenas: Ana Solari (El señor Fischer) Carlos Rehermann (Dodecamerón), Nicolás Alberte (Te odio, eternidad) y Juan Andrés Ferreira (Mil de fiebre). El punto de partida no será hablar de estos libros, sino de lo cotidiano y de cómo decidieron asumir un proyecto de estas características. Que se dé un intercambio más cotidiano de cómo lo concretaron, más allá de lo formal y de los argumentos. Habrá otro tipo de conversaciones, que se replicarán en varias actividades, apuntando a conversar de tópicos comunes desde otros lugares”.

La Propia Cartonera se despide

En 2009, la editorial La Propia Cartonera nació pensando en el encuentro, en reunir a aquellos que compartieran gustos e inquietudes. “Hacía años que teníamos la idea de hacer un proyecto en nuestro barrio, con nuestra gente, con nuestras reglas, sin basarnos en la idea tradicional de centro y periferia”, sino en potenciar diferentes centros, dice su fundador, Diego Recoba (que, junto con Lucía Germano, celebrará el décimo aniversario y la despedida de la editorial el 11 de octubre a las 21.00).

En ese recorrido ensayaron varios proyectos y editaron la revista Caracú, basada en su forma de concebir la crítica y el arte. “Todo esto fue coincidiendo en La Cartonera, porque creía que podíamos llenar vacíos que venía advirtiendo desde hacía tiempo: la primera gran carencia era el costo de los libros, porque en ese momento estábamos intentando recuperarnos de la debacle. Había mucha grieta. Nosotros, los de Nuevo París, los del oeste, gente de clase media y media-baja, ganábamos muy poco y los libros eran muy caros. Habíamos notado que la gente no consumía libros ni diarios ni otros bienes culturales, por imposibilidad”, dice el editor.

Por eso, el primer desafío de La Cartonera fue poner a disposición un cuidadoso catálogo y libros de bajo costo:·“Ya habíamos visto proyectos barriales o estatales que no dejaban de ser centralistas y discriminatorios, sobre todo por la selección. Creíamos que podíamos tener libros baratísimos y que estuvieran a la vanguardia de lo que era la literatura contemporánea”.

Desde el principio, decidieron reunir un catálogo que reflejara lo que se escribía en Latinoamérica. “Las características de La Cartonera nos permitían asumir determinados riesgos editoriales; publicar, de pronto, a un escritor guatemalteco que podía vender diez libros, para que la gente pudiera leerlo. Por ejemplo, de Guatemala publicamos a Eduardo Halfon: hoy es una sensación en Europa, y nosotros lo editamos hace ocho años, cuando casi no se hablaba de él. También publicamos a Samanta Schweblin cuando todavía vivía en Argentina y recién había editado un libro; a Gabriela Alemán antes de que se diera todo este fenómeno de la literatura ecuatoriana; o a la chilena Andrea Jeftanovic. Publicamos a Dani Umpi por primera vez en Uruguay, el libro más vendido en la carrera de Elder Silva, los primeros cuentos de Martín Bentancor. Mucha gente conoció a [César] Aira y a [Pedro] Mairal antes de que reeditaran todas sus obras. Se abonó el terreno para que sucedieran otras cosas, como Ya te conté. Sentimos que, luego de nuestra experiencia, las editoriales uruguayas se animaron a otro tipo de catálogo: Hum y Criatura empezaron a publicar a otros autores, y de algún modo fueron más audaces porque se dieron cuenta de que había un público”.

Con respecto al cierre, cree que si la editorial no tiene una fuerte presencia en la calle, no tiene razón de ser. “Cuando se pierde esa presencia, ese trabajo constante, hay que saber soltar, cerrar el proyecto”, afirma.

Cuenta que en los últimos años hubo dos asociaciones de editoriales independientes, y en ambas fundaciones fueron protagonistas: “Editores independientes, el primer colectivo que integramos junto con Yaugurú, Irrupciones, Civiles Iletrados, Rumbo y Ático, y Sancocho. Siempre tuvimos la intención de colectivizar y generar nuestros propios centros de poder al margen de otras lógicas”.

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