Hace ya mucho tiempo que la obsesión por mirar al norte para validarnos naufragó en un tembladeral insalvable. A esa “tortícolis intelectual” –como la llamaron algunos– que tanto invisibilizó y segregó, y a la que Joaquín Torres García confrontó en 1935 con su precursor “nuestro norte es el sur”, se le impone un nuevo gesto identitario, esta vez proclamado desde uno de los mayores eventos artísticos del año, que no sólo se propone analizar el mundo desde el panorama del sur, sino además integrar al norte a esa perspectiva. Hoy a las 18.00 en el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) Montevideo será la primera ciudad del mundo en la que se presentará la Segunda Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de América del Sur, que se realizará en más de 20 países de manera simultánea, de junio a octubre. El encuentro se espera con gran expectativa, ya que en la edición anterior se desarrollaron exposiciones e intervenciones en los cinco continentes, conectando de manera simultánea a 32 ciudades (con la particularidad de que, por ejemplo, sólo en Buenos Aires se inauguraron más de 20 sedes) y convocando a 25 millones de personas en todo el mundo.

En la presentación –que será abierta al público– se darán a conocer los detalles de este evento y se difundirán las líneas curatoriales centradas en cuestiones de género, tránsitos y migraciones, modos de ver, memorias y olvidos, y arte y naturaleza, entre otros. Los anuncios estarán a cargo de la historiadora y directora artística de la bienal, Diana Wechsler, y del director general, Aníbal Jozami, quien además es sociólogo (tuvo a su cargo las cátedras de Sociología Sistémica, Ciencias Políticas, Historia Social Argentina y Sociología de las Relaciones Internacionales, tanto de la Universidad de Buenos Aires como de otras facultades latinoamericanas), rector –desde 1997– de la emblemática universidad pública bonaerense Tres de Febrero, director y fundador de su museo y uno de los diez coleccionistas de arte iberoamericano más importantes.

Integración regional

En diálogo con la diaria, Jozami planteó que en el norte no se conoce ni a la cultura ni al arte de los países del sur. “A partir de esto nos propusimos no dar vuelta el mapa, como hicieron Torres García y, 30 años más tarde, [Nicolás] García Uriburu, sino tratar de invadir el norte con el arte y la cultura de nuestros países. Porque uno se puede cansar de visitar museos o bibliotecas europeas y estadounidenses sin encontrar obras artísticas o libros centrales de nuestros países”. Es que, para el director, estos centros siempre contemplaron al arte del sur como un gueto, “a veces al costado de grandes exposiciones internacionales, como en el caso de la Bienal de Venecia, que dedicaba un pabellón latinoamericano al que iban los artistas de aquí”. Por eso, concibe a esta bienal como una herramienta de integración regional, y así aspira a un quiebre político. Cree que uno de los motivos que conspiran contra los procesos de integración entre los países es la falta de conocimiento cultural de uno en relación con el otro, algo que surge cuando “la mayoría de los países mira hacia el norte y no hacia el costado, y saben más de lo que sucede en Estados Unidos y en París que lo que pasa en el país de al lado”.

Así fue que se propusieron invertir la lógica del mercado impuesta por los grandes centros de poder y sus estructuras uniformizantes. Dice que si bien la bienal no está en contra del mercado de arte (él, por su lado, es un coleccionista), no tiene ningún objetivo comercial. “Las últimas bienales de los distintos países del mundo parecen hechas por galeristas en vez de por curadores, y se ve la presencia de tal o cual artista porque ha sido impulsado por sus galerías. Y esto tiene mucho que ver con el mercado del arte. Nosotros hacemos algo que no tiene nada que ver con el mercado, que cruza artistas muy conocidos y de alto valor internacional con artistas jóvenes y emergentes, e intentamos llegar a más públicos, porque apuntamos al público tradicional del arte pero también a otros totalmente nuevos. La bienal está en los museos más importantes, pero también trabaja en barrios de alta vulnerabilidad: en Argentina, por ejemplo, hemos trabajado en dos lugares problemáticos, como es Fuerte Apache y la Villa 21-24, y durante seis meses establecimos una escuela con el fotógrafo iraní Reza [Deghati], y a las fotos sacadas por los chicos –que no faltaron a ninguna clase– las expusimos en uno de los puntos más importantes de la ciudad para que fueran vistas por todo el público. Esto no modificó la naturaleza de esos lugares, pero, por lo menos, un grupo muy grande de familias vieron cómo sus hijos podían empezar a participar en la sociedad de una manera distinta”. Y a estas iniciativas también las replicaron en Lima y otras ciudades.

Desde el comienzo, apuntaron a todos los sectores sociales y concibieron al arte y la cultura como una forma de crear mayor nivel de integración. “Frente a un continente con tanta desigualdad económica y social como el nuestro, si la cultura se plantea de forma correcta, aunque no la salde, sí puede ser un paliativo para aquellos que la padecen”.

Global Sur

Entre la interdisciplinariedad de lenguajes y temáticas, en el marco de la bienal se crearon una serie de encuentros periódicos llamados Global Sur, para los que se convoca a teóricos y especialistas como Gilles Lipovetsky, Néstor García Canclini o Ticio Escobar –entre otros–, que la posicionan como una importante plataforma de reflexión y generación de pensamiento. El director explica que, al estar organizado por una universidad, este encuentro tuvo la posibilidad de convocar a otras facultades y de crear una red académica alrededor de 20 universidades de Latinoamérica, Europa, África y Japón. “Los encuentros se hacen cada dos meses, y a lo largo de uno o dos días discutimos sobre distintas disciplinas con invitados de todo el mundo, para hablar de arte contemporáneo y de cómo hacer para que el arte cumpla con su función social y sea positivo para la gente, y no se convierta en un hobby para los que puedan comprar cuadros o un negocio para quienes los venden”.

Montevideo y la bienal

“No sólo la primera edición de la bienal [2017] se inauguró en Montevideo, sino que además, el 4 de setiembre en 2015, fue la primera vez que se presentó la idea, en el marco de Global Sur, una reunión de ministros de Cultura de América del Sur que presidió María Julia Muñoz. En ese momento expuse nuestro proyecto y los ministros se mostraron muy entusiastas pero, evidentemente, en el marco de los países sudamericanos no había ningún organismo internacional que tuviera la capacidad operativa como para organizar una bienal. Por eso, la universidad [Tres de Febrero] se hizo cargo de llevarlo adelante, y así fue que en 2017 se hizo la primera edición”, cuenta Jozami.

Este año, la edición local de la bienal será en las mismas sedes: el Museo Nacional de Artes Visuales, el Centro de Arte Contemporáneo, la Escuela de Bellas Artes y el Centro Cultural de España, y prevén incorporar a la Fundación Atchugarry de Punta del Este.