Al director y dramaturgo Sergio Blanco el teatro parece haberle empezado a obsesionar a los 12 años: cuando su hermana Roxana Blanco comenzó a trabajar con Nelly Antúnez, ella lo invitaba a los ensayos, y en el viaje de vuelta a su casa él era quien le tomaba la letra de sus papeles, quien la escuchaba atento cuando le explicaba lo que era un personaje, una escenografía, un dramaturgo. “Debería dar un curso que se llame ‘Mis clases en el ómnibus’”, dice Blanco, muchos años después.

Se fue a vivir a Francia en 1993, después de haber recibido el premio Florencio Revelación y haber sido becado en la Comédie-Française. 23 años después se reestrenarán tres de sus obras: La ira de Narciso y Tebas Land, en el Auditorio del SODRE -sala Hugo Balzo-, y Ostia, en el teatro Solís.

El viernes es el turno de la monumental La ira de Narciso (30 y 31 de enero; 5, 6, 7, 26, 27 y 28 de febrero), en la que Gabriel Calderón interpreta a un personaje llamado Sergio Blanco, a partir de la intimidad que genera la habitación de un hotel. Esto se alterna con el mito de Narciso, una intriga policial y los avatares propios de la vida.

La obra acaba de participar en el Festival Internacional Santiago a Mil -que se ha convertido en una plataforma de referencia a nivel mundial en lo que tiene que ver con las artes escénicas-, donde se convirtió en uno de los éxitos. José Miguel Onaindia, director del Instituto Nacional de Artes Escénicas, fue invitado junto con otros 40 programadores del mundo. Onaindia contó a la diaria que La ira de Narciso no sólo llenó la sala durante todas las funciones, sino que además los programadores la vislumbraron como lo mejor que se había presentado en el festival.

El dramaturgo cuenta que no se esperaban ese éxito ni la recepción del público, incluso cuando ya conocieran a Calderón como dramaturgo y director (el año pasado fue con su obra Ex, que revienten los actores) y algunos de sus propios textos. Así que lo nuevo fue “esa clase magistral de actuación que desarrolla Gabriel [Calderón] a lo largo de una hora y 45”. Este año, la obra ya tiene programada una extensa gira por España, además de que el actor y el director estarán invitados a la Feria Internacional del Libro de la Habana para presentar sus últimas publicaciones.

Para el dramaturgo, Narciso implicó un proceso de mucha angustia, sobre todo porque antes había dirigido Tebas Land, que, en términos creativos, es la antítesis de Narciso. En ambas se trabajan los vínculos, el hombre en sí mismo, los vaivenes del sujeto contemporáneo, junto con los mecanismos del texto, la metateatralidad y -en el caso de Tebas Land- el parricidio y su representación. Así, Tebas Land (12, 13, 14, 19, 20 y 21 de febrero) transita por el legendario mito de Edipo y un muchacho preso por haber matado a su padre a tenedorazos. La obra avanza a partir de los sucesivos encuentros entre un dramaturgo (Gustavo Saffores) y el joven parricida (Bruno Pereyra) en una cancha de básquetbol dentro de la cárcel.

Para el autor, La ira de Narciso es una obra dura que habla de la soledad, la angustia, la sexualidad, las adicciones, los miedos y las perversiones, además del desencanto y la desesperanza. Es en ese sentido que Tebas Land se convierte en la luz y Narciso en la oscuridad.

Desde hace un tiempo, Blanco se encuentra trabajando a partir de un procedimiento conocido como autoficción. Él prefiere definirlo como un cruce de relatos reales y ficcionales, una hibridez en la que se miente sobre la verdad, o en la que a partir de mentiras se construyen verdades, y se alcanza un cruce entre lo verídico y la ficción a partir de uno mismo. Pero no debemos confundirnos, la autoficción no es contemplarse a uno mismo, sino hablar de la pequeña historia propia como forma de incluir la historia de los demás. ¿Inquietante? Para él no quedan dudas: “Todo procedimiento de infidelidad produce inquietudes, y la autoficción implica ser infiel al documento. Yo parto de algo vivido, algo real, pero lo voy a transformar, a travestir, a distanciar, a convertir en una metáfora. Lo interesante es ese trayecto, cómo reproduzco ese territorio, cómo lo transformo, cómo creo una trama, un relato. En cierto modo, Tebas Land (el personaje se llama S, vive en París, es bilingüe) es una autoficción que muestra las zonas más bellas de la creación. Es la imagen idílica de un dramaturgo altruista, humanitario, que se encuentra con su musa inspiradora. Narciso, en cambio, es los infiernos de la creación. Es bajar a lo más íntimo, lo más privado, que es una habitación de hotel. Él está entre ese lugar cerrado y otro abierto, como lo son los bosques a los que va a correr, y se va moviendo entre esos dos mundos, pero es un descenso a los infiernos. Por eso en el procedimiento tuve mucha angustia y mucho miedo, porque después del éxito de Tebas Land y de ver una imagen tan bonita de la creación y de haber mostrado esa casita de música de lo que es la creación del discurso escénico, Narciso implicaba entrar en la Divina Comedia. Era bajar a los infiernos propios en busca de los infiernos de otros”. Para él, en ese sentido, la obra se vuelve absolutamente expiatoria, y éste es uno de los roles del teatro, ya que ese acontecer permite expiar los demonios propios, calmarse sabiendo que el dolor es compartido y que desde ese dolor también se puede producir belleza.

En Ostia (1 y 8 de febrero, con Roxana y Sergio Blanco) fue la primera vez que Blanco decidió subir a un escenario. Según explicó, ésta fue la primera vez que sintió la necesidad de llevar su cuerpo a escena y así, al exponerse uno mismo, alcanzar el límite de la autoficción.

El proceso de la obra lo desarrolló junto a su hermana Roxana: “Cuando quise escribir sobre mi infancia y el pasado a través de relatos, no podía hacerlo con otra persona que no fuera ella. El texto cuenta la historia de Ostia, una ciudad del Mediterráneo fundamental para toda la fundación no sólo del imperio romano, sino también de la geopolítica mediterránea, porque es un puerto ubicado a 30 kilómetros de Roma, a donde llega Eneas para fundar Roma. Pero además es el puerto al que llegan o del que parten todos los emperadores, y la economía del imperio se determinaba por la potencia de Ostia. También es el lugar donde San Agustín escribió parte de sus Confesiones, es el primer puerto que se derrumbó con las invasiones árabes, el lugar donde [Benito] Mussolini realizó todo su plan urbanista de viviendas, el lugar donde mataron a [Pier Paolo] Pasolini... Por eso mismo mi idea fue ir contando su historia y, a la vez, ir contando la historia de estos dos hermanos que, en paralelo, tratan de reconstruir sus vidas, sus pasados, sus infancias en plena dictadura, recordando aquellos cadáveres que aparecían en la costa. Habla de toda una época, del Atari, de Mary Poppins, de Steven Spielberg, de La laguna azul”.

Así, para el dramaturgo el teatro se vuelve zona de entretenimiento, de humor. Un espacio donde se citan los tabúes, las frustraciones, los sueños. En definitiva, y como decía el programa de mano de Tebas Land, un teatro que nos “convoca a todos en nuestra intimidad, en nuestros fantasmas inconscientes y en nuestro lugar social”.